Harald
Weinrich escribió sobre los tiempos de la narración y del
comentario. Distinguió qué tiempos verbales se utilizan en el
discurso cotidiano (mundo comentado) y cuáles en el ficcional (mundo
narrado). Dentro de la narración exponía la diferencia entre el
Pretérito Imperfecto (cantaba) y el Pretérito Perfecto Simple
(cantó). Observaba que el primero era un tiempo que servía como
decorado, para enmarcar las situaciones principales (Los pájaros
cantaban sobre las ramas, y la fronda tocaba una música como de
anís), y el segundo representaba el tiempo de los hechos puntuales y
principales, del primer plano, aquellos que hacían que la historia se desarrollara,
siguiera, se activara (De repente, algo se vislumbró en el cielo,
todo se quedó quieto y esperó). Hoy recordé toda esta teoría,
cuando intenté encontrar un paralelo de lo que sucede cuando algo se
termina. Los finales nunca son fáciles, para nadie supongo. Y hoy
palpé el final, y tiene la textura de cuando vos y yo ya nos hablamos como le
hablaríamos a cualquiera, cuando en nuestra mirada no vemos nada propio,
cuando dejamos de ser únicos. El final es el final cuando ese
otro que siempre apareció en colores, ahora se funde en el blanco y
negro de la masa amorfa del resto. Cuando ya es uno más, como
cualquier otro. Recién hoy pude reconocer que dejamos de estar en
pretérito perfecto simple, dejamos de ser el motor que hacía
avanzar la historia, para convertirnos indefectiblemente en un
pretérito imperfecto, ese telón de fondo que se va fundiendo con el
pasado.
aquí estoy... leyendo... llorando... llorando y leyendo. Gracias por el espacio...
ResponderEliminarEl aspecto (al menos verbal) del final siempre es "perfecto": conclusivo en sí mismo, acabado. Ay, querida.
ResponderEliminarMuchacha, habiendo leido y padecido tantos relatos por ahí.... tengo que decir, que me gusta tu blog :) Slds
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