jueves, 17 de junio de 2010

No soy católica, pero pienso positivo

Antes, digo, no mucho pero unos años antes, frente al comentario: “¡Podés creer, pasaron cinco días y no me llamó!”. La persona confidente respondía: “No te puedo creer”. O bien, “Bueno, tal vez estuvo ocupado”, “¿Le funcionará el teléfono?”, “No tendrá crédito”. Bien, ahora el tiempo pasó y pareciera ser que también las razones por las que el llamado esperado no se realizó. La respuesta actual, la que está in, es: “Vos hiciste que no te llamara”, “Le pusiste poco deseo al llamado”, “Seguro que internamente, muy muy internamente creíste que no te iba a llamar”. ¿Perdón? ¿Cómo llegamos a esto? Ok, ya entendí, ahora resulta que yo tengo la capacidad de, mientras sujeto masculino X al momento de digitar (no discar, eso también cambió) mi número celularesco con intenciones de invitarme a tomar algo porque me considera una persona sumamente linda, interesante y divertida –repito– yo mientras eso ocurre tengo la capacidad de –con un pensamiento del estilo “tal vez no llame en seguida”, o “tal vez no llame”, a secas–  provocar que la mano del sujeto se entumezca por un golpe de frío debido a que dejó la puerta abierta, o de que la neurona del sujeto en cuestión le indique que ya no siente tantas ganas de llamarme, o que de repente el sujeto X llame a la rubia que conoció hace siete años porque justo en ese momento el universo decide que la rubia sí pensó bien, sí  pensó positivo con todas sus fuerzas y por eso sujeto X invita a tomar algo a la rubia que tuvo la capacidad de evocar –hace siete años atrás– la frase “seguro me llama y salimos”. A veerrr si nos ponemos de acuerdo. Aprecio, respeto, aliento, y me alegro por la gente que se rompe el meñique con la pata de la cama y elige pensar o enunciar “qué lindo el universo, qué sabio, gracias a que me golpeé el meñique recordé que debo pintarme las uñas”, yo en su lugar prefiero un simple “la recalcada concha de Dios, quién carajos me manda a comprar una cama con la pata tan salida”. 
Gente linda, me llena de felicidad que elijan sonreír y sacarle una buena interpretación a cada suceso de la vida. Creo realmente saludable que el motivo que mueva sus hilos sea la creencia de una conspiración universal para que todos y cada uno de nosotros consigamos lo que deseemos con sólo proponérnoslo. De verdad, felicítolos. Ahora bien, si cada vez que yo comente alguna experiencia, o haga alguna apreciación a viva voz sobre la mierda que fue mi día, o por qué el gran hijo de perra se mandó mudar y no me avisó; si cada vez que yo comparta una situación nefanda ustedes van a venir a decirme que fue por culpa mía, y porque yo no pensé o deseé con todas mis vísceras que eso sucediera, o porque una parte de mí (¿?) no lo quiso así, me sentiré en la obligación de mandarlos al carajo. 
Digo y repito, respeto creencias, pero no hagan la gran Testigos de Jehová, no vengan a predicarme el “todo está en tus manos”, no vengan con el “pedí, visualizá, aceptá” porque no creo que todo lo malo que yo considero que ha pasado por mi vida o la de los demás haya llevado tanto trabajo. O sea, lo malo (según Rhonda, que no pidió, visualizó, aceptó sino que vendió millones de ejemplares hasta fumárselos en pipa) pasa porque uno lo llama, sólo con pensarlo ya vino, ya lo convoqué; ahora, lo bueno para que suceda depende de ochenta mantras distintos: ¿cómo es viejo: lo malo responde a un pensamiento incluso involuntario y a  lo bueno lo tengo que invitar a fuerza de sonreír ante los dolores menstruales? Que quede claro algo, hay quienes en dios, hay quienes en Mahoma, hay quienes en el casino, hay quienes en los astros, ustedes creen en “la sonrisa ante todo” y lo respeto, como a quienes creen en todos los antes nombrados. Yo, particularmente no creo en nada, salvo en las personas con las que me rodeo hace vidas. Gracias, pero paso… prefiero aplicar mi propio mecanismo de supervivencia sin ninguna burbuja inmunizante.