sábado, 30 de octubre de 2010

Evitables

No me mires con cara de pobre-chica-por-qué-estará-sola, no me hace gracia. No me tengas lástima porque me quede un sábado a la noche en casa, puedo poner The fight club y tocarme hasta que me dé síndrome de túnel carpiano. No repitas “nunca digas nunca” o “tal vez dentro de tres años querés” cuando contesto que no quiero tener hijos; vos cagás si tenés ganas ahora, no dentro de 19 meses. No me pregunten más “cómo puede ser que una chica linda inteligente divertida profesional esté sola”, es una pregunta totalmente pelotuda y no sé contestarla; y si es retórica… al pedo es enunciarla. No digan cosas como “Si estuviera solo, te hago cinco hijos”, porque no se animan a tocarme ni una teta. Dejen las frases del estilo “te hace falta una buena garcha”, porque cogí anoche y que no te comparta mis encuentros sexuales no quiere decir que sea virgen o frígida. Basta del facilismo de “seguro es torta”, porque me gustan los tipos y si fuera un bombero loco ya te habrías enterado, puedo serlo en el barrio que me vio nacer o a 96 kilómetros de allí. Guardate el “sos genial” si estás por irte a Mar de las Chotas con la rubia lacia. Dejá de sorprenderte ante el “no me gusta Mariano Martinez”, porque no me despierta ni las ganas de abrir la heladera.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Anotatelón

Las mujeres que dicen “las chicas” se creyeron que la vida es una serie sexista de los '90.

viernes, 27 de agosto de 2010

Hablemos de ello

Resulta que un día una chica conoció a un chico. Resulta que a ella le cayó como el orto. Resulta que el tiempo pasó y las palabras cambiaron de intencionalidad. Resulta que un día ella se dio cuenta. Luego hubo otro en el que él incluyó un plural indeseado. Resulta que ella salió y miró al cielo con los brazos clamando: “¡Será de dios!”. Resulta que Onetti y La vida breve. Resulta que se hizo imposible disimular. Resulta que una noche y una esquina. Y la complicidad de una aliada. Luego cuadras a pie, parada de bondi y saludo formal callado de implicancias. Resulta que una vez él dijo lo imposible. Resulta que una historia de amor. Luego, más noches y silencios. Visitantes escudando la intimidad. Resulta que tan fácil. Una sucesión en el tiempo. Resulta que no al 203. Y resulta que una canción. Resulta que una tormenta torrencial anunció la bendición, y otra aún más fuerte tardó en limpiar las secuelas. Resulta que hoy fue el mejor intento.

jueves, 17 de junio de 2010

No soy católica, pero pienso positivo

Antes, digo, no mucho pero unos años antes, frente al comentario: “¡Podés creer, pasaron cinco días y no me llamó!”. La persona confidente respondía: “No te puedo creer”. O bien, “Bueno, tal vez estuvo ocupado”, “¿Le funcionará el teléfono?”, “No tendrá crédito”. Bien, ahora el tiempo pasó y pareciera ser que también las razones por las que el llamado esperado no se realizó. La respuesta actual, la que está in, es: “Vos hiciste que no te llamara”, “Le pusiste poco deseo al llamado”, “Seguro que internamente, muy muy internamente creíste que no te iba a llamar”. ¿Perdón? ¿Cómo llegamos a esto? Ok, ya entendí, ahora resulta que yo tengo la capacidad de, mientras sujeto masculino X al momento de digitar (no discar, eso también cambió) mi número celularesco con intenciones de invitarme a tomar algo porque me considera una persona sumamente linda, interesante y divertida –repito– yo mientras eso ocurre tengo la capacidad de –con un pensamiento del estilo “tal vez no llame en seguida”, o “tal vez no llame”, a secas–  provocar que la mano del sujeto se entumezca por un golpe de frío debido a que dejó la puerta abierta, o de que la neurona del sujeto en cuestión le indique que ya no siente tantas ganas de llamarme, o que de repente el sujeto X llame a la rubia que conoció hace siete años porque justo en ese momento el universo decide que la rubia sí pensó bien, sí  pensó positivo con todas sus fuerzas y por eso sujeto X invita a tomar algo a la rubia que tuvo la capacidad de evocar –hace siete años atrás– la frase “seguro me llama y salimos”. A veerrr si nos ponemos de acuerdo. Aprecio, respeto, aliento, y me alegro por la gente que se rompe el meñique con la pata de la cama y elige pensar o enunciar “qué lindo el universo, qué sabio, gracias a que me golpeé el meñique recordé que debo pintarme las uñas”, yo en su lugar prefiero un simple “la recalcada concha de Dios, quién carajos me manda a comprar una cama con la pata tan salida”. 
Gente linda, me llena de felicidad que elijan sonreír y sacarle una buena interpretación a cada suceso de la vida. Creo realmente saludable que el motivo que mueva sus hilos sea la creencia de una conspiración universal para que todos y cada uno de nosotros consigamos lo que deseemos con sólo proponérnoslo. De verdad, felicítolos. Ahora bien, si cada vez que yo comente alguna experiencia, o haga alguna apreciación a viva voz sobre la mierda que fue mi día, o por qué el gran hijo de perra se mandó mudar y no me avisó; si cada vez que yo comparta una situación nefanda ustedes van a venir a decirme que fue por culpa mía, y porque yo no pensé o deseé con todas mis vísceras que eso sucediera, o porque una parte de mí (¿?) no lo quiso así, me sentiré en la obligación de mandarlos al carajo. 
Digo y repito, respeto creencias, pero no hagan la gran Testigos de Jehová, no vengan a predicarme el “todo está en tus manos”, no vengan con el “pedí, visualizá, aceptá” porque no creo que todo lo malo que yo considero que ha pasado por mi vida o la de los demás haya llevado tanto trabajo. O sea, lo malo (según Rhonda, que no pidió, visualizó, aceptó sino que vendió millones de ejemplares hasta fumárselos en pipa) pasa porque uno lo llama, sólo con pensarlo ya vino, ya lo convoqué; ahora, lo bueno para que suceda depende de ochenta mantras distintos: ¿cómo es viejo: lo malo responde a un pensamiento incluso involuntario y a  lo bueno lo tengo que invitar a fuerza de sonreír ante los dolores menstruales? Que quede claro algo, hay quienes en dios, hay quienes en Mahoma, hay quienes en el casino, hay quienes en los astros, ustedes creen en “la sonrisa ante todo” y lo respeto, como a quienes creen en todos los antes nombrados. Yo, particularmente no creo en nada, salvo en las personas con las que me rodeo hace vidas. Gracias, pero paso… prefiero aplicar mi propio mecanismo de supervivencia sin ninguna burbuja inmunizante.

jueves, 13 de mayo de 2010

Endorfinitis o la religión del siglo XXI

Mi tía Bianca solía usar la frase: “La risa es salud”, “la risa es salud”, siempre la decía de a pares. Así, como un mantra. Y no sólo la tía Bianca, no. Es sabido que la alegría, los buenos momentos, la risa y la vida untada con mermelada de frutillas es saludable. Es genial cuando al despertar nos mandan un mensaje de buenos días, o cuando nos acercan el café mientras nos estamos maquillando. Es tan bello cuando nos ceden el asiento, o nos dicen algo lindo por la calle. También cuando hay una situación distendida en el trabajo, de esas que nos hacen reír. La alegría, la dicha son ingredientes óptimos para encarar cada jornada. Y hay un montón de personas que lo experimentan día a día. Todos podemos sentir la vitalidad corriéndonos por las venas cuando estamos contentos. Cuando “aplicamos el pensamiento positivo”, y aquí va el punto central de hoy. Sí, así es… sí, señores y señoras, “el pensamiento positivo”. Uno piensa positivo, vive positivo, siente positivo, calza positivo, contractura positivo y el mundo se acomoda a una de la manera más natural que podamos conocer. Porque, no olvidemos –ya lo dijo Coelho– “el Universo conspira para que esto sea así”. Es fácil, es tan tan fácil… apto para todo público.
Ahora bien, imaginemos algunas alternativas distintas, aquellas en las que, bueno, algo puede andar un poquito desajustado. Veamos cómo en la vida de muchos (en la mía por ejemplo) se puede aplicar el pensamiento positivo:  6.40 de la mañana (vale igual para sábado 2 am.), nos suena el celular (diez minutos antes que la alarma) y con medio ojo podemos leer el preciado mensaje de Claro que te comunica que si mandás “avión” al 2222 participás por un sorteo para Sudáfrica 2010. Ok, a ver… no es bueno para tu mente pensar algo feo, al estilo la reputísima madre que lo parió a Claro, puede ser que a esta hora de la mañana manden un reputo mensaje, a mí que cuernos me interesa el maldito Mundial o la recarga doble que me puedo ganar si lo hago en el PagoFácil de Rivadavia al 14100 a las 13.10 hs. No, tu cerebro no capta lo que decís en serio, en chiste, enojada o triste. Tu cerebro copia lo negativo de tu mensaje y, si es así, algo horroroso puede ocurrirte. Podés llegar a recuperar los kilos que bajaste, quedarte sola o provocar que nunca consigas las metas que te propusiste y que seas catalogada como la más frustrada-piensa-mal-negativa-malhumorada en las vitrinas de Happyland. Lo correcto sería lo siguiente, por ejemplo: "buen día, universo, gracias por despertarme minutos antes de lo esperado, seguramente el mensaje oculto es que tenés bellos planes para mí esta mañana, por eso debo aprovechar el tiempo. Qué suerte poder concursar para viajar a Sudáfrica, porque lo voy a ganar, voy a ser espectadora del Mundial en vivo, me voy a sentar en una butaca y allí conoceré a un hincha de Eslovenia que me llevará a recorrer el mundo después de declararme su amor en las pantallas del estadio mientras brindamos con un hot dog". ¿Entendés? Es así, y quedate tranqui que si pensás positivo, vivirás positivo. Y, bueno, si no te vas a Sudáfrica, pensá más fuerte, seguro seguro que alguito adentro tuyo pensó feo… y ese átomo de negativitud frustró el viaje de tus sueños y el futuro en Eslovenia, el paraíso nunca visto.