domingo, 29 de septiembre de 2013

Intertextualidades

Iba a ponerme los zapatos cuando ella me miró el pie.
–A mí también me gusta andar descalza– dijo.
No me puse ningún zapato. No soy el tipo de persona que puede ponerse los zapatos si le están mirando el pie. Lo que hice fue decirle:
–Entonces sacate las sandalias.
Lo demás seguramente se puede contar de muchas maneras, pero la más honrada es decir que me acosté con ella.
El evangelio según Van Hutten, Abelardo Castillo (fragmento)


Llovía mucho para ser domingo. Muchacho prolijo cruzó el umbral de la puerta y se quedó parado sobre la alfombrita.
–Sacate los zapatos, los tenés mojados y te va a pasar el agua a los pies– le dije.
Allí inmóvil y ante mi insistencia me confesó casi en voz baja:
–Es que tengo una media rota, y me da vergüenza que la veas.
Lo demás seguramente se puede contar de muchas maneras...

domingo, 15 de septiembre de 2013

Muy domingo

Escuchar Drexler un domingo lluvioso puede ser contraproducente, o tal vez a última hora alguien toque el timbre sólo para abrazarte y así dar por tierra con eso de que el tiempo todo lo cura.
Tengo tu voz,
tengo tu tos,
oigo tu canto en el mío.
Rumbos paralelos,
dos anzuelos
en un mismo río.
Vamos al mar,
vamos a dar
cuerda a antiguas vitrolas.
Vamos pedaleando
contra el viento,
detrás de las olas.
Tengo una canción
para mostrarte,
tal vez cuando vaya...
Tengo tu sonrisa
en un rincón
de mi salvapantallas.
Años atrás
de pronto la casa
se llenó de canciones.
Músicas y versos
que brotaban
desde tantos rincones.
Vamos al mar,
vamos a dar
guerra con cuatro guitarras.
Vamos pedaleando
contra el tiempo,
soltando amarras.
Brindo por las veces
que perdimos
las mismas batallas.
 

(clic en el título) 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Bajos instintos

Existen cosas bastante extrañas en los hombres que me generan ternura. Una de ellas es cuando usan los cordones de las zapatillas estilo Topper muy ajustados, casi que se juntan las dos hileras de ojales, y los cordones en un moño largo largo caen por los costados. No sé por qué deformidad de mi psiquis, pero me da ternura y ya. Hay algo de inocencia, no sé. Hoy, parada en el medio del colectivo, no pude quitarle la vista de encima a un par de pies con las características antes dichas. Miro miro miro miro hasta que escucho: ¿Me estás mirando las zapatillas? Levanto la vista y veo unos ojos preciosos, no por el color sino por la forma y las pestañas. Contándote los ojales, respondo. Él, ¿cuántos hay? Yo, 12. Él se sonríe elogiando mi precisión y se excusa, Si no llegara tarde al trabajo, te invitaría a desayunar; y yo remato, Y yo ya me bajo... lástima. El se despide con un tal vez la próxima, y yo le respondo tal vez, y me bajo luego de comprobar que no todo es tan malo en los bondis.