Para
aquellas Clarices, Ideas, Saras, Simones, Anas, Elfriedes,
Silvinas,
Alices, Sor Juanas, Angélicas, Siris,
que
me reconciliaron con esa otra forma
de
ser mujer.
Hay
diferencia cuando una mujer escribe. No es lo mismo. Las palabras se
paladean distinto. Caen y patean en lo más profundo del cuerpo. No
se corresponden en lo más mínimo con el pucherito y el caprichito.
No hay diminutivos en los libros escritos por mujeres. No hay color
rosa, ni príncipe encantado. Hay dolor, ironía, hay derroche de
puntos de vista... nunca se mira desde un solo lugar. Es verdad que
existe otra sensibilidad. Hay altos y bajos. Cariño, y también
crueldad, y de la buena, no la del chimento y la envidia; una aún
más corrosiva, la crueldad para con una misma. Ésa, la más
tremenda. Hay masoquismo en las frases que una mujer escribe, y hay
deseo. El que duele y marca, aquel que desgarra carnes y humilla. Hay
el goce en el dolor. No hay zapatos caros en lo que una mujer
escribe, ni adicción al shopping.
Hay, sin embargo, una dependencia a lo infinito. Hay ternura cuando
una mujer escribe y, a veces, sólo eso. Hay la nada. Ganas de hacer
daño. Enfermedad, muerte y sanación. Escatología, ingenuidad y
premeditación. No hay nosotros y nosotras, en las frases escritas
por una mujer. La mujer escribe y basta. Se planta. Se para. Existe.
No hay desinencias buenas y malas. Las palabras pueden ser escupidas
por una mujer que escribe. No hay veneno contra el hombre, hay más
bien el eterno trabajo de entenderse a sí misma. A la una que se es,
y a las miles que se asoman al mismo tiempo. Hay sexo en los escritos
de una mujer, y genitales. Nombrados con todas las letras, abiertos,
hambrientos, erectos, turgentes, asibles. Y el pudor pasa por otro
lado. No hay certezas ni sentimentalismos. No hay desengaños y
victimizaciones. También hay hastío y secretos. Amores fugaces y
clandestinos. Hay culpa y desafío. Hay orgullo y hay duda. Hay
masculinidad cuando una mujer escribe. Y hay amor. Y admiración. Hay
humor y encanto. No hay 90-60-90 y diamantes de ningún quilate.
Cuando una mujer escribe hay miles de preguntas ansiosas de
respuestas, pero también deseosas de incertidumbres. Hay silencios y
calma. No hay grito histérico y reclamo 24 hs. Hay palabras cuando
una mujer escribe, negras, densas, putrefactas, fláccidas,
quebradas, agolpadas, magulladas, regurgitadas. Hay descreimiento,
ceguera y equivocación. Burla y ridículo. Hay bigamia, infidelidad
y olvido. A veces, hay llanto sin razón. Otras, un tragar de
lágrimas áspero. Hay caretas e hipocresía, pero para con una misma. No hay maquillaje cuando una mujer escribe, aunque puede haber
artificio. No hay vueltas y revueltas, complicaciones y medias
tintas, hay la frase concisa y clara. Hay diferencia cuando una mujer
escribe. Cuando hay una mujer diferente que escribe.
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