domingo, 6 de mayo de 2012

De madrastras y brujas

Para aquellas Clarices, Ideas, Saras, Simones, Anas, Elfriedes,
Silvinas, Alices, Sor Juanas, Angélicas, Siris,
que me reconciliaron con esa otra forma
de ser mujer.

Hay diferencia cuando una mujer escribe. No es lo mismo. Las palabras se paladean distinto. Caen y patean en lo más profundo del cuerpo. No se corresponden en lo más mínimo con el pucherito y el caprichito. No hay diminutivos en los libros escritos por mujeres. No hay color rosa, ni príncipe encantado. Hay dolor, ironía, hay derroche de puntos de vista... nunca se mira desde un solo lugar. Es verdad que existe otra sensibilidad. Hay altos y bajos. Cariño, y también crueldad, y de la buena, no la del chimento y la envidia; una aún más corrosiva, la crueldad para con una misma. Ésa, la más tremenda. Hay masoquismo en las frases que una mujer escribe, y hay deseo. El que duele y marca, aquel que desgarra carnes y humilla. Hay el goce en el dolor. No hay zapatos caros en lo que una mujer escribe, ni adicción al shopping. Hay, sin embargo, una dependencia a lo infinito. Hay ternura cuando una mujer escribe y, a veces, sólo eso. Hay la nada. Ganas de hacer daño. Enfermedad, muerte y sanación. Escatología, ingenuidad y premeditación. No hay nosotros y nosotras, en las frases escritas por una mujer. La mujer escribe y basta. Se planta. Se para. Existe. No hay desinencias buenas y malas. Las palabras pueden ser escupidas por una mujer que escribe. No hay veneno contra el hombre, hay más bien el eterno trabajo de entenderse a sí misma. A la una que se es, y a las miles que se asoman al mismo tiempo. Hay sexo en los escritos de una mujer, y genitales. Nombrados con todas las letras, abiertos, hambrientos, erectos, turgentes, asibles. Y el pudor pasa por otro lado. No hay certezas ni sentimentalismos. No hay desengaños y victimizaciones. También hay hastío y secretos. Amores fugaces y clandestinos. Hay culpa y desafío. Hay orgullo y hay duda. Hay masculinidad cuando una mujer escribe. Y hay amor. Y admiración. Hay humor y encanto. No hay 90-60-90 y diamantes de ningún quilate. Cuando una mujer escribe hay miles de preguntas ansiosas de respuestas, pero también deseosas de incertidumbres. Hay silencios y calma. No hay grito histérico y reclamo 24 hs. Hay palabras cuando una mujer escribe, negras, densas, putrefactas, fláccidas, quebradas, agolpadas, magulladas, regurgitadas. Hay descreimiento, ceguera y equivocación. Burla y ridículo. Hay bigamia, infidelidad y olvido. A veces, hay llanto sin razón. Otras, un tragar de lágrimas áspero. Hay caretas e hipocresía, pero para con una misma. No hay maquillaje cuando una mujer escribe, aunque puede haber artificio. No hay vueltas y revueltas, complicaciones y medias tintas, hay la frase concisa y clara. Hay diferencia cuando una mujer escribe. Cuando hay una mujer diferente que escribe.

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