Pero
mirá que insistís ¿eh? Y dale que dale... estás gastando mucha
energía, pibe, demasiada. En la vida, corazón de sandía, uno es lo
que es y ya está. No es tan grave. A ver, vos querés demostrar ser
un muchacho de barrio, de tablón, pero realmente irradiás platea
preferencial con separador de acrílico antibalas, preciosura. Date
cuenta... aceptalo, hay ciertas características que no te caben, y
está bien, es lo que sos, no reniegues por eso. Vos me querés
convencer cada tanto de que sos del palo, y de que porque alguna vez
en tu vida hiciste un pogo, hablamos el mismo idioma. No, lindura, no
hablamos el mismo idioma. Lo acepto, sos nacido y criado en el
conurbano y te gusta el fútbol, pero eso no alcanza. De hecho el
barrio citadino al que te mudaste dice mucho de ti, corazón de
rododendro; y tu equipo de balompié, si te sincerás, es bastante
chetito. ¿Te miraste en un espejo, bombón? Sos un rubiecito de
ojitos claros, todo prolijito, tenés mejores manos que yo y sos así
todo mantequita. Hasta tu actitud es de edulcorante: medio histérica,
que sí que no; que te hacés el macho alfa y después te sobreviene
el emo con lactobacillus. Me nace ponerte una peluca con extensiones
y hacerte desfilar mientras te tiro milanesas de soja. Te falta
choripán en la vereda, hermoso... y ambos sabemos ya que no pasás
del pancho con mostaza y mayonesa. En McDonalds pedís el McPollo, y
los cubiertos median entre vos y una napolitana a la piedra. No te lo
tomes a mal, a mí todo esto no me espanta, lo que me incomoda un
poco es que te esmeres tanto por contradecir tu esencia. Y lo que me
infla aún más es que sigas empecinado en hacérteme el grosso.
Andá... subite al taxi, que yo espero el bondi.