miércoles, 18 de diciembre de 2013

Si no hay amor...

"Si alguien me asegurara que lo nuestro es auténtico amor, sentiría un alivio tan grande que me postraría a sus pies. Y si no lo fuera, si se tratase de algo pasajero, yo desearía seguir durmiendo como ahora y no querría volver a oír jamás el timbre del teléfono. Querría que me dejaran sola inmediatamente."
                                                                                                                Banana Yoshimoto, Sueño profundo


Si no hay amor... que no haya nada entonces.

martes, 3 de diciembre de 2013

Bela Lugosi

Si yo fuera gata, me enamoraría de él. O visto de otra manera: éste es mi prototipo de hombre en gato. ¿Muy retorcido lo mío?

lunes, 25 de noviembre de 2013

La verdad jamás pronunciada

Lo sabía. De hecho, siempre lo supe. Que era demasiado bueno para ser verdad. Que esto no duraría. Que la vida no es así. La vida no es generosa. No puedes amar a alguien, ni puedes sentirte atraída por alguien, la vida te envidia eso. Te quita todo y se ríe en tu cara. Te traiciona.
The broken circle breakdown

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Olfato

Es algo así como una leve punción en el espacio entre el estómago y el corazón. Digamos un chiquito más abajo que el plexo solar. Ahí justo se siente un tironcito. Éste se conecta directamente con el cerebro y esa combinación dispara la alarma de la experiencia. Tanta vuelta para plantear que hoy no sé si es bueno o malo este tema de saber lo que se avecina. Existen ciertas situaciones nuevas, frescas e inmaculadas que, pasado un tiempito, ya empiezan a emanar señales de déjà vu. Ahí comienza la sensación amarga, esa que decide socavar desde el punto mencionado y va tomando todo el espíritu. Esa precisa seguridad de que esto también va rumbo a eso. Esa eterna película que se repite. Sí, es así... va a pasar eso... otra vez... así es... vuelve a repetirse como el día de la marmota... Tu terquedad y pensamiento mágico tratan de no doblegarse. Siguen insistiendo con que no, que te equivocás, que esta vez será diferente. Pero tu yo lee la sensación clara del plexo y sabe que ahí está la verdad. Sí, definitivamente va volver a pasar, tiene todas las señales que ya conocés, los contornos ya vistos, los vacíos inconfundibles. Sí, indefectiblemente. Esto también va rumbo a eso.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Rapto

"Somos hijos del rigor
más la cuerda aprieta el cuello
más perverso es el consuelo.
Un morbo que crece,
crece, crece hasta el cielo.
Quedate"
                            (Gustavo Cerati)
                                      (clic)

domingo, 3 de noviembre de 2013

Chico dandy

Pero mirá que insistís ¿eh? Y dale que dale... estás gastando mucha energía, pibe, demasiada. En la vida, corazón de sandía, uno es lo que es y ya está. No es tan grave. A ver, vos querés demostrar ser un muchacho de barrio, de tablón, pero realmente irradiás platea preferencial con separador de acrílico antibalas, preciosura. Date cuenta... aceptalo, hay ciertas características que no te caben, y está bien, es lo que sos, no reniegues por eso. Vos me querés convencer cada tanto de que sos del palo, y de que porque alguna vez en tu vida hiciste un pogo, hablamos el mismo idioma. No, lindura, no hablamos el mismo idioma. Lo acepto, sos nacido y criado en el conurbano y te gusta el fútbol, pero eso no alcanza. De hecho el barrio citadino al que te mudaste dice mucho de ti, corazón de rododendro; y tu equipo de balompié, si te sincerás, es bastante chetito. ¿Te miraste en un espejo, bombón? Sos un rubiecito de ojitos claros, todo prolijito, tenés mejores manos que yo y sos así todo mantequita. Hasta tu actitud es de edulcorante: medio histérica, que sí que no; que te hacés el macho alfa y después te sobreviene el emo con lactobacillus. Me nace ponerte una peluca con extensiones y hacerte desfilar mientras te tiro milanesas de soja. Te falta choripán en la vereda, hermoso... y ambos sabemos ya que no pasás del pancho con mostaza y mayonesa. En McDonalds pedís el McPollo, y los cubiertos median entre vos y una napolitana a la piedra. No te lo tomes a mal, a mí todo esto no me espanta, lo que me incomoda un poco es que te esmeres tanto por contradecir tu esencia. Y lo que me infla aún más es que sigas empecinado en hacérteme el grosso. Andá... subite al taxi, que yo espero el bondi.

sábado, 2 de noviembre de 2013

jueves, 24 de octubre de 2013

Plaza de los loros

A partir de octubre el año laboral se va tornando un tanto insoportable. La gente se pone cada vez más demandante, quisquillosa y nada agradecida. Yo trato de no estallar en un ataque que incluya catanas, armas punzantes y ríos de sangre; y algo que colabora mucho son los mediodías en la plaza. La bauticé Plaza de los loros, porque está repleta de esas cotorras atrevidas que les roban las migas a las palomas. Hay un bálsamo en la plaza de los loros, hay un ritual cada mediodía que calma mi fiera interna y me reconcilia con la vida: los perros.
Me siento en un banco y mientras almuerzo al calor del sol veo a los perros que desenfrenadamente corren y juegan en el pasto. Absorben la totalidad de mi atención y pierdo la noción del tiempo. Son fantásticos. Se huelen un poco y de repente comienza la persecución. Uno sale disparado, corriendo desbocadamente alrededor del monumento central, medio de coté, el otro lo persigue como una flecha enloquecida, y pronto se da cuenta de que en lugar de perseguirlo detrás puede dar la vuelta desandando el camino. Ahí se topan. Se quedan con las patas delanteras agachadas y la cabeza casi en el piso. El culo parado. Congelados. Uno pestañea y comienza la rutina nuevamente. Después están los que corren a las palomas, a una botella de agua vacía, a una bolsa, a una mosca. Cuando los veo correr así, tan alocadamente con la lengua colgando al costado, siento que la felicidad total debe ser algo como eso. Menos mal que existen los perros.

viernes, 18 de octubre de 2013

E.T.

Es dulce. Por momentos, excéntrico. Raro por inherencia. Habla bastante. Su cerebro, todo un mundo, grafica hasta el detalle más insignificante. Y su aparato fonador se encarga de manifestarlo en voz alta. Se ríe gracioso. Carece del elemento nefasto de la superficialidad. Él es. Y allí reside lo llamativo. Hace voces. Pide perdón porque sí. Tiene una nuca que atenta contra mi sano juicio. Es demostrativo and no matter what. No especula. Sabe jugar. Yo lo miro de reojo aún, por si se convierte en humano. Es todo eso y un poco más. Y me agarró distraída.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Let the music do the talking

No sé si la vida es la complicada, a veces es el irónico timing que se nos mata de risa en las propias narices.

House of cards. Radiohead
I don’t wanna be your friend
I just wanna be your lover
No matter how it ends
No matter how it starts
Forget about your house of cards
And I’ll do mine
Forget about your house of cards
And I’ll do mine
Fall off the table and get swept under

Denial, denial

The infrastructure will collapse
From voltage spikes
Put your keys in the bowl
Kiss your husband goodnight

Denial, denial
Denial, denial
(Your ears should be burning)
Denial, denial
(Your ears should be burning)

domingo, 29 de septiembre de 2013

Intertextualidades

Iba a ponerme los zapatos cuando ella me miró el pie.
–A mí también me gusta andar descalza– dijo.
No me puse ningún zapato. No soy el tipo de persona que puede ponerse los zapatos si le están mirando el pie. Lo que hice fue decirle:
–Entonces sacate las sandalias.
Lo demás seguramente se puede contar de muchas maneras, pero la más honrada es decir que me acosté con ella.
El evangelio según Van Hutten, Abelardo Castillo (fragmento)


Llovía mucho para ser domingo. Muchacho prolijo cruzó el umbral de la puerta y se quedó parado sobre la alfombrita.
–Sacate los zapatos, los tenés mojados y te va a pasar el agua a los pies– le dije.
Allí inmóvil y ante mi insistencia me confesó casi en voz baja:
–Es que tengo una media rota, y me da vergüenza que la veas.
Lo demás seguramente se puede contar de muchas maneras...

domingo, 15 de septiembre de 2013

Muy domingo

Escuchar Drexler un domingo lluvioso puede ser contraproducente, o tal vez a última hora alguien toque el timbre sólo para abrazarte y así dar por tierra con eso de que el tiempo todo lo cura.
Tengo tu voz,
tengo tu tos,
oigo tu canto en el mío.
Rumbos paralelos,
dos anzuelos
en un mismo río.
Vamos al mar,
vamos a dar
cuerda a antiguas vitrolas.
Vamos pedaleando
contra el viento,
detrás de las olas.
Tengo una canción
para mostrarte,
tal vez cuando vaya...
Tengo tu sonrisa
en un rincón
de mi salvapantallas.
Años atrás
de pronto la casa
se llenó de canciones.
Músicas y versos
que brotaban
desde tantos rincones.
Vamos al mar,
vamos a dar
guerra con cuatro guitarras.
Vamos pedaleando
contra el tiempo,
soltando amarras.
Brindo por las veces
que perdimos
las mismas batallas.
 

(clic en el título) 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Bajos instintos

Existen cosas bastante extrañas en los hombres que me generan ternura. Una de ellas es cuando usan los cordones de las zapatillas estilo Topper muy ajustados, casi que se juntan las dos hileras de ojales, y los cordones en un moño largo largo caen por los costados. No sé por qué deformidad de mi psiquis, pero me da ternura y ya. Hay algo de inocencia, no sé. Hoy, parada en el medio del colectivo, no pude quitarle la vista de encima a un par de pies con las características antes dichas. Miro miro miro miro hasta que escucho: ¿Me estás mirando las zapatillas? Levanto la vista y veo unos ojos preciosos, no por el color sino por la forma y las pestañas. Contándote los ojales, respondo. Él, ¿cuántos hay? Yo, 12. Él se sonríe elogiando mi precisión y se excusa, Si no llegara tarde al trabajo, te invitaría a desayunar; y yo remato, Y yo ya me bajo... lástima. El se despide con un tal vez la próxima, y yo le respondo tal vez, y me bajo luego de comprobar que no todo es tan malo en los bondis.

martes, 27 de agosto de 2013

Teoría y práctica

Harald Weinrich escribió sobre los tiempos de la narración y del comentario. Distinguió qué tiempos verbales se utilizan en el discurso cotidiano (mundo comentado) y cuáles en el ficcional (mundo narrado). Dentro de la narración exponía la diferencia entre el Pretérito Imperfecto (cantaba) y el Pretérito Perfecto Simple (cantó). Observaba que el primero era un tiempo que servía como decorado, para enmarcar las situaciones principales (Los pájaros cantaban sobre las ramas, y la fronda tocaba una música como de anís), y el segundo representaba el tiempo de los hechos puntuales y principales, del primer plano, aquellos que hacían que la historia se desarrollara, siguiera, se activara (De repente, algo se vislumbró en el cielo, todo se quedó quieto y esperó). Hoy recordé toda esta teoría, cuando intenté encontrar un paralelo de lo que sucede cuando algo se termina. Los finales nunca son fáciles, para nadie supongo. Y hoy palpé el final, y tiene la textura de cuando vos y yo ya nos hablamos como le hablaríamos a cualquiera, cuando en nuestra mirada no vemos nada propio, cuando dejamos de ser únicos. El final es el final cuando ese otro que siempre apareció en colores, ahora se funde en el blanco y negro de la masa amorfa del resto. Cuando ya es uno más, como cualquier otro. Recién hoy pude reconocer que dejamos de estar en pretérito perfecto simple, dejamos de ser el motor que hacía avanzar la historia, para convertirnos indefectiblemente en un pretérito imperfecto, ese telón de fondo que se va fundiendo con el pasado.

jueves, 22 de agosto de 2013

Mi vecino el gato

Resulta que unos amigos me invitan a su casa a comer. Llego y cuando asomo en la cocina veo dos ojos relucientes que me miran con determinación. Es un pedazo de gato acodado en la ventana que da a la terraza del lugar. Es una de las imágenes de mascotas más extrañas que he visto in situ. Es una cocina con un gato asomado en el ventiluz. En lugar de un Maneki Neko hay un gato matrero. Desde allí, él espera su comida y la comparte con sus dos compañeros que son más ariscos. La historia es que estos tres muchachos fueron abandonados por su familia humana y mis compasivos amigos los han adoptado, y el señor gato muy educadamente ha comprendido de límites. A partir de aquí mi cerebro me obliga a trazar el recorrido que involucra a muchos amigos que han tenido mascotas con actitudes desconcertantes. Recuerdo a unos que hace varios años tenían un pájaro negro en una jaulota dentro del comedor. Never more. Dicho ave pasaba más tiempo fuera que encerrado. Lo extraño era que el bicho se posaba en la cabeza de cualquiera que estuviera allí. Bah, de cualquiera no, en mi cabellera no se detenía, a mí me pasaba de largo. Era muy gracioso estar sentados a la mesa comiendo, conversando y ver al tipo que iba de bocha en bocha, se paraba, mironeaba para todos lados, así tranquilo. Raro. Luego, una amiga cuyos animales (todos) fueron, son y serán particulares. Desde gatos tira moco, hasta gallos compadritos. El bronce se lo lleva su tortuga, porque se había hecho íntima amiga de la pata que andaba por el jardín. El dato de color es que la pata se acostaba sobre una raíz enorme que sobresalía del palo borracho, y ahí se quedaba por horas y horas, luego de un rato se escuchaba ruido de hojas y movimiento, y por ahí asomaba la tortuga que encaraba para el árbol. Rapidita rapidita, con mucho esfuerzo se subía a la misma raíz, juntito a la pata y ahí se quedaba la tortuga, mirando la tarde en compañía. Ninguno de estos X-Files tiene un registro más que la memoria de los que hemos sido testigos, sin embargo, los tiempos que corren han facilitado tener cámaras hasta en los coladores de fideos, así es como mi amiga me envía esta foto por correo, y en el asunto escribe lo que aquí fue elevado a la categoría de título. 

lunes, 19 de agosto de 2013

Los hombres de mi vida IV

La ginecología, gremio variopinto si los hay. Qué ardua y dedicada tarea la de encontrar al profesional apto que logre captar nuestra confianza al punto de depositar esa enorme maquinaria llamada mujer. Cuando era adolescente mi primer profesional visitado fue un señor grande que no bien me senté comenzó a charlarme acerca de lo aberrante del sexo anal: Acá vienen mujeres mayores ya, que me confiesan que el marido les pide secso anal... ¡Y claro! Si ven esas publicidades donde hay chicas en cola todo el tiempo. Mis ojos se abrían como dos platos, decidiendo al instante que yo no me iba a atender ahí, no me arriesgaría a que en lugar de una colpo el susodicho me exorcizara el útero. En ese punto entendí que mi búsqueda recién comenzaba y no sería nada fácil. Luego de distintos intentos que me llevaron desde lecciones de moral hasta descripciones fatales acerca del uso de pastillas anticonceptivas di con el hombre ideal: no espamentaba, no exageraba, no moralizaba. El tema era que amaba lo que hacía y era curiosa su forma de demostrarlo. Por ejemplo, cuando daba con la imagen requerida en el colposcopio articulaba: ¡Ahí está! ¡Perfecta! ¡Se ve per-fec-ta! Está divina. Y yo ahí mirando el techo, respirando hondo, con cara de asco a todo eso que estaba haciendo. Y, ante esos gestos, él argumentaba un: Yo he visto cada cosa que mejor ni te digo. Si no se le daba por contarte su fin de semana mientras extraía todo tipo de muestras: El sábado tuve un evento de tus pastillas... espectacular, una charla muy interesante y una comida riquísima. El tipo así, con guantes, viscosidad y aerosoles, se ponía de pie y al costado de la camilla te contaba todo, mirándote; yo ahí con el espéculo hasta el hígado tratando de adaptarme al contraste. El día que se recibió de hombre de mi vida fue aquél en el que yo hacía la pose de la cérvix manifiesta esperando un nuevo PAP:

Virtuoso del útero: Sí, esta vez te voy a hacer la biopsia.

Cérvix manifiesta: Mh, bue.

V.D.U: Pero no te alarmes que es por control nomás, para estar tranquilos.

C.M: Tá bien... por control... entiendo...

V.D.U: (buscando entre sus utensilios) ¡Uy! ¡Qué salame! Me dejé la pinza en el auto.

C.M: (ojos expresivos significando no sé qué decirte, estoy inmovilizada y sin posibilidad de darte una solución)

V.D.U: ¿Sabés qué?

C.M: (Ponele que no)

V.D.U: Voy a ir al auto que lo estacioné acá enfrente nomás, un minuto, así no lo dejamos otra vez para la próxima... vos, tranquila (me toca el brazo para darme confianza y sale del consultorio)

Yo quedo ahí, en esa posición tan poco feliz y con el silencio de consultorio. Agudizo el oído.... El tipo se fue a la calle, al auto, a buscar la pinza y yo ahí totalmente incapacitada. Escucho a la gente en la sala de espera. Qué hago si pasa algo, ¡cómo camina una con el espéculo encajado! Yo le tengo confianza al hombre pero... ¿si se olvida que estoy ahí? ¿si entra alguien? ¿si lo secuestran? Por fin vuelve y me muestra la pinza para biopsias, como si el hecho de conocer las herramientas fuera a darme más tranquilidad... era un dedo y medio de Wolverine la pinza famosa. Por qué todo lo que involucra a la salud femenina es tan atroz, me cacho en Satán. En fin, todo resultó un éxito, todo lo que hizo (como siempre) lo fue relatando en voz alta: Ahora ingreso la pinza, vas a sentir una leve molestia, corto un pedacito de muestra del tejido involucrado... ahora te pongo cicatrizante... bla bla bla bla. Este sujeto hoy ya es parte del recuerdo, las mudanzas y los horarios inaccesibles se encargaron de ello, sin embargo ocupa un lugar más que merecido dentro del ranking de hombres de mi vida.

martes, 13 de agosto de 2013

Un buen chirlo a tiempo...

Sueño: camino por una calle largamente conocida. Detrás de mí, el ex que peor se ha comportado en la historia de los amores mediocres. Yo camino y él me sigue y pronuncia mi nombre, llamándome... Me paro bruscamente, me doy vuelta y le cruzo una trompada fulminante. Me despierto sumamente aliviada. Si lo hubiera hecho en la realidad y en el momento justo, ¡la de terapia que me ahorraba!

martes, 6 de agosto de 2013

Pilatos

En ciertos lugares aún sobrevive el jabón bocha (como la mortadela pero jabón). Es curioso ver cómo las mujeres se relacionan con el mismo, dice mucho de la personalidad de la fémina. Varias demuestran una actitud como con asco. Le frotan un poco la yema de los dedos, se friegan las manos y luego se enjuagan rápido rápido, como para que salga el pecado. Otras ni lo piensan, van sólo por el agua. Por favor, querida, agarre el Valot con confianza, que no le va a hacer mal. Ordeñe el dispositivo con vigor, aunque también con cuidado, no sea cosa que lo arranque de su base. Déjese de jorobar con tanta pacatería, caramba, que estamos entre chicas y nadie la va a juzgar por falta de recato.

sábado, 3 de agosto de 2013

No amagues que oscurece

Quiero castigar fuerte fuerte a esa gente que va sentada en el bondi y juega con tu deseo de sentarte. Te ilusiona al divino botón. Vos vas parada ahí, agarrándote con una mano de algún soporte que te quede cerca, en la otra cuelga el abrigo y la bufanda que te tuviste que sacar porque nadie abre una puta ventanilla mientras los vidrios empañados chorrean*, adelante y colgada: la mochila**, vas ahí medio inmóvil, ejercitando los músculos en cada frenada que el amable chofer clava, y el hijo de perra que está sentado en el lugar que te tocaría si se levantara se la pasa amagando la bajada. Si es una mina, guarda todo en la cartera, acomoda el bolso, se saca los auriculares, hace que levanta el bote para mejorar la posición, y vos como una estúpida, sin mirar demasiado relajás contenta de que te vas a poder sentar, de que hoy sí te vas a poder sentar. Si es un tipo, se inclina para adelante y después se vuelve a apoyar en el respaldo, cabecea y mira hacia adelante como para no pasarse de parada, se inclina para agarrar la mochila o la sube a su falda y vos pensás ¡Se baja! El cuerpo solo ya se distiende. Pero, no, el muy jodido se regocija, cómodo y te presume el asiento delante de tus narices, mientras vos danzás al ritmo de los baches citadinos y las dobladas asesinas. Detesto a esa gente. ¡Carajo, dejen de hacer eso, no amaguen, si se van a bajar, bájense y punto! No quiero ilusionarme en vano en el bondi, bastante ya está la vida para eso.

* (¡abran la ventanilla, mierdas! no saben que el que sube una vez que el vehículo está lleno se tiene que fumar la mezcla de olores a pelo sucio, sobaco, boca con aliento, culo, etc. ¡Pegate una enjuagada antes de salir de tu casa!)

**(no sos tan hija de puta de dajarla colgando de atrás para que los que quieren pasar se enganchen y te arrastren hasta el paragolpes trasero)

jueves, 25 de julio de 2013

En directo

Fue extenso el repertorio anoche y el nudo en la garganta apareció con estos acordes... a quien le sirva, súmese al viaje... yo aún no me pude bajar.

Cuántas cosas. Las Pelotas
 (clic en el título)
La noche me recuerda que el día es pasado
y pienso cuántas cosas salieron bien...
Cómo me gustaría poder frenar el tiempo
en el preciso instante que sos feliz.

Cuántas veces soñás,
cuántas cosas serán verdad
hoy es un día bueno, no sé cómo decirlo bien.

Qué lindo es ver la luna después de la tormenta,
los rayos te atraviesan, no puedo hablar.
Te juro que si al hombre le hubieran dado alas,
iría al fin del mundo, solo con vos.

Cuántas veces soñás
cuántas cosas serán verdad
hoy es un día bueno, no sé cómo decirlo bien.

domingo, 14 de julio de 2013

Terapia de grupo didáctica

"Señor, dame la serenidad de aceptar
las cosas que no puedo cambiar;
valor para cambiar las cosas que puedo;
y sabiduría para conocer la diferencia." 

Vamos a sentarnos en círculo así nos vemos las caras un poco. Mmm, bien, ahora verán lo que tengo entre las manos, ¿sí?, un tucán de cerámica... es un adornito, ¿sí? Bien, este tucán es simbólico, y nos servirá para la actividad de hoy, ¿sí? Bien... la persona que tenga el tucán en la mano es la que tiene la palabra, es decir, la tenencia del tucán nos dará el permiso para hablar y manifestar aquello que necesitemos, y si tenemos que decírselo a alguien aquí presente, miramos a la persona y expresamos eso que nos inquieta. Ahora bien, como yo tengo el tucán en la mano y necesito decir algo, voy a hablar primero, y te voy a mirar directamente a vos y te lo voy a decir, ¿sí? Bien, te quiero explicar una cosa importante que tal vez no sepas: no todo lo que una mujer dice es un planteo o un sermón, ¿sí? A ver, no todo aquello que una expresa es una prédica obcecada con el fin de destruirte. Por ejemplo, si te pregunto un jueves si te parece que el sábado vayamos a X lugar, no te estoy haciendo un planteo... ¿comprendés? Es sólo una pregunta, no te estoy coartando la libertad, ni organizando tu vida, ni decidiendo por vos, ni ninguna de esas cosas. Yo, sujeto A, te hago una pregunta a vos, sujeto B. ¿Sí? Y vos podés contestarla con un sí o con un no. Una pregunta que busca respuesta concreta no es un planteo profundo sobre nada que deba preocuparte. Si yo te pregunto por qué te enojaste ante tal o cual comentario, y te explico que lo entendiste mal, que fue un malentendido, eso es una explicación, no un sermón, ¿sí? No es motivo para que comiences a hiperventilar, y a experimentar una taquicardia que anuncia un ACV prematuro. ¿Sí? O si te pido que dejes la toalla mojada sobre otro lado que no sea la cama, otro lado, ni siquiera te reduzco las posibilidades a una, sólo te solicito que no la dejes en un lugar, que podés dejarla en otros siete lugares pero no en ése; dicho pedido no es un sermón, no es la castración de tu masculinidad, ni un juego de roles donde yo emulo a tu madre y vos tenés una regresión a tu traumada adolescencia, ¿sí? Yo te explico esto, primero porque tengo el tucán en la mano, y segundo porque me tiene un poco seca que siempre ante cualquier comentario vos tengas que bufar como si te estuviera tocando el timbre y trayendo la palabra de Jehová. Si vos tenés una capacidad de resolución limitada, no es problema mío, ¿sí?, si todo lo que te requiere una decisión básica básica te pone los cimientos del cerebro en conmoción, fijate, hacete ver, te lo digo con el tucán en la mano, ¿sí? Yo entiendo que hay minas que te perforan el cerebro hablando, que responden por vos cuando alguien te pregunta algo, que te eligen la ropa que tenés que vestir. Sin embargo, ése no es mi caso, ¿sí? Porque pasa lo siguiente, tu acotado espacio para la conversación de ciertas cuestiones luego hace que te sorprendas cuando yo agarro mis cosas y me mando a mudar. Cuando pego el portazo vos me maldecís, y te convencés de que “de un día para el otro, sin avisarte” te dejé, con el corazón roto. Si te hubieras molestado en bufar menos e interactuar un poco más, tal vez este tucán que tengo ahora en la mano se lo podría haber cedido al adicto al crack que tenés sentado al lado, quien seguramente lo necesita de verdad.

sábado, 13 de julio de 2013

Ángel

Es sábado. Estoy profundamente dormida. A lo lejos, allá en otra galaxia, oigo el dejo del timbre de la puerta. Ahora con un ojo semiabierto lo escucho más real. Me incorporo bruscamente en la cama, los pelos en la cara y me obligo a sacudirme el sueño. Timbre. Definitivamente están tocando el timbre. Aún es de noche, me levanto sin entender absolutamente nada, dormida. Sabiendo que es el de la puerta, voy al portero. Nada. Timbre. Efectivamente es el de la puerta. ¿Será el chico del agua? Miro reloj. Son las 5 am. ¿Quién puede estar tocando el timbre a esa hora? Miro por la mirilla y veo a un sujeto masculino con la cabeza gacha, apoyando cada brazo en el quicio de la puerta. La puta que lo parió. En un segundo, miles de conjeturas. Si no lo atiendo va a seguir tocando el timbre. Si lo atiendo sabe que hay alguien. Timbre. Yo, con voz de travesti ahogado: ¿quién es? Sujeto: soy yo Moni, Ángel. En segundos pienso: espero que entre Moni y Ángel esté todo bien. Espero que Ángel no esté borracho. Espero que Ángel me crea cuando le diga que no soy Moni. Espero que Moni no le haya negado antes la entrada a Ángel. Espero que Ángel no me cague a patadas la puerta. Yo, por fin, le aviso: equivocado. Ángel de Moni: ah, perdón. Así fue la madrugada del sábado que se hizo para descansar. Ángel se fue con Moni. Yo hice un pis y, mientras la gata me miraba desde los pies de la cama, patiné en medias hacia mi almohada tratando de convocar al sueño que Ángel había interrumpido.

martes, 9 de julio de 2013

Rotas cadenas

Sabio diccionario dice:
Patria. n.f. 1. Nación propia, con la suma de cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y futuras que cautivan la amorosa adhesión de los patriotas. // 2. f. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
Patriota. n. m. y f. Persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien. 
Nación. 1. f. Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno. // 3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común. // 4. n. f. Comunidad humana caracterizada por la conciencia de su identidad histórica o cultural, y generalmente por la unidad lingüística.
  
Obsérvense las expresiones "suma", "pasadas, presentes y futuras", "amorosa adhesión", "adoptiva", "vínculo afectivo", "procura todo su bien", "conjunto", "tradición común", "comunidad". Nos estamos olvidando de estos términos, y nos están ayudando a olvidarlos cada día más. Cuando arremete la confusión, es bueno abrir el diccionario e ir a la fuente más primaria para desde allí comenzar a significar...


La rebelde. Palo y la Hermandad
(clic en el título, leer con su 
música, si no pierde su encanto)

Selva de la luna
se hace presente en invierno.
En la pampa viene el sueño marchando.
El desfile de la estela de los muertos.

El inglés es la ley
duerme ya el burgués.

Una vez cuna de cielos abiertos.
Hoy huella de muerte sin sentido
y sin honor del asesino.
Canto de la pampa envenenada
de la pampa mansillada del dolor y la pasión
austera y europea.

Esa especie tan colgada 
de los huevos de la corona británica.

Y el campo cuidador de las estrellas
ahogado con la furia de su voz.
Mirando para atrás
veo caminos negros sobre el mar.

El inglés es la ley 
duerme ya el burgués.

viernes, 5 de julio de 2013

Viernes 4 pm

Nunca les di importancia a las ceremonias, por lo menos a las que me han involucrado. Sin embargo, cuando alguien que se esforzó, se peló el espíritu, pasó noches sin dormir, roscándose el cerebro a fuerza de llanto y frustraciones; se cuestionó, se negó su capacidad, abandonó, amagó con plantar todo y dar un portazo con el pecho atiborrado de angustia, llegó al límite, disfrutó menos de lo que hubiera debido, y aún así siguió remando y remando, digo cuando alguien así llega a la meta tanto tiempo anhelada y recibe el reconocimiento sellado y certificado, enrollado y sujeto con una cintita blanquiceleste, el único gesto posible es subirme a una silla y, henchida de orgullo, aplaudir hasta que se me rompan las palmas de las manos.

martes, 2 de julio de 2013

Cuando tenés razón... I

Hace unos años, un amigo muy sabio me dijo algo increíblemente verdadero. Yo estaba tomando algo con mi amiga querida, la chica de pelo corto, y fumando y hablando de la vida. Amigo Yoda, habiendo escuchado la conversación, se acerca, apoya las manos en la mesa con los dedos hacia abajo, los gordos apoyados arriba y los talones de la mano hacia afuera, y resume la situación conversada con una máxima cuya vigencia al día de hoy es infalible. Dice con una seguridad de experiencia neta: “En el amor, cuando uno muestra vulnerabilidad, el otro se pone sádico”. ¡Y es así, mis queridas y queridos! Es así... ¡Aplausos!

lunes, 24 de junio de 2013

Fonética extrema

“Alchí, alchí, alchííííí... Alchí, alchí, alchííííí”
Hacía mucho que no andaba por Once... ya lo extrañaba.
“Alchí, alchí, alchííííí... Movistar, Personal, Claro... alchííí”
Léase: "Al chip Movistar, Personal, Claro...”

jueves, 20 de junio de 2013

La biblia, el calefón y la ignorancia es salú

Es claro que si ponele que vos, chica de treintilargos, en lugar de escuchar una clase, intervenir, procesar la información y relacionar lo que se está diciendo con los autores que se están estudiando, agarrás y de repente dibujás caricaturas infantiloides y las mostrás de reojo y te desarmás de la risa por la ridiculez que acabás de esbozar. O, de repente, en lugar de estar presente en cuerpo y mente en una clase donde se están exponiendo conceptos híper interesantes de cara a una tesis para alcanzar un título no ya de grado sino que está por encima del mismo, ponele que vos preferís leer un pastiche pseudocómico y comentarlo a partir de cuchicheos adolescentes... vuelvo, es obvio, que si tenés esa clase de seriedad ante la formación académica que estás eligiendo por tu voluntad, me vas a decir ante un texto que analiza el arte pop a partir de la figura de Andy Warhol lo siguiente: “sho busqué las obras que menciona el autor, pero claro nada que ver a lo que pensaba... cuando leí arte pop sho me imaginé en seguida que se refería a Christina Aguilera o a Jennifer López... pero no, resulta que hablaba de Andy Warlas, y sho no lo conocía, parece que hacía arte con cosas reales, latas de tomate y esas cosas...”.

Andy Warlas.

Latas de tomate.

Jennifer López.

Y esas cosas.


¿Alguien considera que debo agregar algo más?

lunes, 10 de junio de 2013

Palito bombón...

Él está al borde todo el tiempo. Al borde de desafinar. Al borde del ridículo. Al borde de la obviedad. Al borde del lime o de desarmarse en un movimiento. Tengo en mis manos su último disco, lo escucho y presto atención a algunas frases que se me van metiendo. Suena un tema cuya primera estrofa parece escrita por un niño de 9 años descubriendo el amor y tres versos más abajo irrumpe un acopio de imágenes nada infantiles, tan simples y tan despojadas de todo ornamento que logran conmoverme. Debe ser por eso que aún lo escucho, para convencerme de que esa simplicidad en la vida todavía es posible... O simplemente estoy ovulando.

y si vienes por aquí estaremos frente a frente
y tus manos tomaré al besarnos de repente
y pasado y porvenir se reducen al presente
y sufrir o ser feliz, dos caras la misma suerte

lunes, 3 de junio de 2013

Guarida australiana

Hay algo con los buzos y camperas canguro con capucha en los hombres. No sé qué es, pero definitivamente hay algo que me hechiza. Pueden ser grises, azules, negros... todos provocan el mismo efecto. Hay algo en tu buzo canguro con capucha que me induce a la más perversa intimidad. La de ovillarme toda y quedarme para siempre ahí dentro con vos. Entre la tela suave y ese latido que me llama a la calma.

sábado, 1 de junio de 2013

Anotatelón

Basta darse cuenta de que todo va bien, para que la vida
te recuerde el concepto de efímero.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ojo, menina não é tão fácil

Debería haberme dado cuenta cuando le vi el pulóver peruano. Me rectifico: mi sexto sentido se dio cuenta en el preciso instante en que vi el pulóver peruano, pero mis sentidos más primarios hicieron mutis por el foro. Ahora supongo que actuaron así para no ser cómplices de que yo rechazara a un muchacho por una prenda de vestir.
Todo comenzó con el cumpleaños del novio de una amiga. Y ahí están los problemas, en los cumpleaños. ¿Para qué hay que ir a los cumpleaños de la gente me pregunto yo? Porque el tema es éste, yo te voy al cumpleaños del novio tuyo, pero me da como una rotura en la ingle que siempre sea igual. Quiero decir, una reunión plagada de parejas, donde todo viene de a dos. Pero, en fin, esta vez creí que sería distinto dado que el festejo se celebraba en un bar nocturno. Qué sé yo... lugar neutral tal vez... En fin, ahí estaba yo, en una mesa de bar, rodeada de cinco parejas muy bien constituidas. Que mirá lo que hizo esta ayer, que no sabés lo que es dormir con este que ronca, que la zaranga vestida de mono. En medio de ese despliegue de felicidad concubinal, aparece por sorpresa el amigo colgado del novio cumpleañero. Saludo general, comentarios de cuánto hace que no nos vemos y acomodarse en la silla justo frente a mí, fue todo uno. Charla va, charla viene y la clara situación de estar yo sola con ese otro solo, enfrentados tomando amargo Campari. Esas escenas son incómodas al hartazgo, es como la obligación lisa y llana de establecer un lazo con ese otro que está en las mismas condiciones que una, en ese tiempo y en ese lugar. Es decir, vos estás sola, él está solo, se sientan enfrentados y nos dejan de romper las pelotas a todos con esta costumbre de generar la disparidad en la reunión. Las charlas se sucedieron y, por razones de proximidad, el joven en cuestión devino mi receptor constante. En determinado momento, el susodicho ofrece degustar su bebida al público presente, y ante el no gracias de todos, me mira a mí y me dice con cara picarona: “Vos ya sabés, no tenés que pedir permiso”. Claramente, sabía en lo que terminaría todo. Confieso que mi actitud era totalmente la de una ameba. Me daba lo mismo una cebolla, una plasticola, un cardan doble, un pibe que me diera bola, un Cynar o irme a dormir con medias en los pies. Muy bien, la fiesta fue llegando a su fin, los invitados comenzaron a desplegarse, y yo quedé con la pareja anfitriona y el pulóver peruano en la puerta del bar, mientras el muchacho esbozaba que mi casa quedaba a unas pocas cuadras pasando la suya, con lo que se ofrecía a alcanzarme. Traducido en mi idioma eso era lo más parecido a enrosque nocturno desenfrenado. Yo quería llegar a mi casa y no pretendía nada más. No porque el joven estuviera fuera de mi gusto sino porque yo experimentaba un estado “ni”, propio de las desilusiones que cada vez desilusionan menos. Volviendo a la vereda, ahí estaba él, ahí yo y la expectativa ajena. Yo quería irme a dormir, y ahorrarme el viaje de vuelta en bondi a las 3 de la mañana. Pensar que hay minas que garchan por un departamento dos ambientes, y yo me vendo por una arrimada al barrio. Triste. Me desplomé en el asiento del acompañante y me dejé llevar. Él hablaba, yo asentía y decía cosas poco interesantes, y en un momento (lo juro, y no es motivo de orgullo) me sobrevino la idea de que justo había pasado por la depiladora. Es vergonzante que una considere acostarse con alguien simplemente para aprovechar la tira de cola que se hizo horas más temprano. Una cosa de locos. Cuando una era más joven e ilusa, se daba el motivo sexual y venían a la mente las condiciones no potables de la zona pélvica. Ahora, ya más grande y con un hastío importante viene la idea de: “Ya que estoy depilada podría ejercitar la totora”. Indignante, ¿no? Pero cierto.
En resumidas cuentas, el joven llegó a entrar en casa para tomar un simple café, había quedado en el aire una especie de propuesta de su parte la cual no llegué a aceptar claramente. Conversación, café y demases, y yo que noto un cierto relax, una cierta química en la charla que espolean mi amebización. Y bien, en eso estaba mi cabeza cuando me levanto para cambiar la música, y como una anfitriona generosa le pregunto al joven qué quería escuchar. Voy a cambiar la música, de qué tenés ganas... Y el pulóver peruano pronuncia la respuesta menos adecuada. ¿Qué tenés ganas de escuchar? Digo yo. Y él responde: ¿Tenés algo de Chico Buarque? Ufff. La vida pasando frente a mí en un segundo: pulóver peruano, revolución bolchevique, remera del Che y olor a pachuli. ¡Chico Buarque! ¡Me ahorco de un bostezo! ¡El pibe quiere escuchar Chico Buarque! El nombre solo ya es un suicidio en masa, imaginate los primeros acordes acompañados de ese canto portugués que me pone los pelos del codo con efecto frizz. Aparte el tipo pronuncia amantesh, delirantesh, embriagadosh, inflizesh... y el sonido final es la ye de Yolanda, ¿ok? No podés pretender coger con Chico Buarque de soundtrak. Mirá que es un poco difícil quitarme las ganas una vez que tomo envión, ¿eh? Te digo algo: le puse onda, me fumé el cumple, el chichoneo disimulado, te senté en casa, casi que me convencés para ter relações sexuais, ahora te pido por favor que aunque sea no la arruines con la trova brasileña, ni con la cubana, ni chilena, ni todo ese hippismo del orto que ya-pa-só-de-mo-da. Lindo mío, estamos en el siglo XXI, tenemos locales de Starbucks y veganos de plástico reciclado, mi a-mor. Obvio que no tengo Buarque, a lo sumo un mp3 de Silvio que quedó de mi adolescencia agónica y ni sé dónde puede estar. Así que opté por Ramones, por ejemplo, y empecé a bostezar un “Uy, estoy muerta”, y taza taza cada uno para su casa. Y esto es interesante porque pude notar que, con el tiempo, la selección se hace más permisiva, una ya intima con gente que antes ni entraba como opción. Y a veces la sensación es que una se termina acostando con cualquiera, como una cosa así medio arbitraria, como que todo viene bien. Sin embargo, no debo temer dado que este pequeño mal gusto musical ajeno demostró mi límite. No fue el pulóver peruano, eso habría sido discriminación prejuiciosa imperdonable, sino que fue el gusto musical. Ese que denota todo un bagaje de forma de vida e idiosincrasia que para los veinte años neohippies está bien, pero pasando los treinta ya hay que replantear un poco. Esa es mi kriptonita, ahí está la excusa para seguir virgen hasta el matrimonio.

domingo, 28 de abril de 2013

Localidades conurbanas

Me querés decir adónde
adónde se fue y se esconde
me querés decir adónde
va la sombra de lo que era.
(clic en el enlace para escuchar)

Sólo aquella persona que nació en un barrio con calles de tierra y lotes baldíos puede realmente saber cómo se palpa el sol de verano en plena siesta, mientras las chicharras cooperan con el aumento del calor. La soledad a esa hora, allá lejos y hace tiempo. El silencio de las calles. Obvio que para las que no dormíamos siesta era la desolación total, un tiempo muerto donde –creo– aprendí a intimar con mi soledad. Mis vecinas dormían siesta, y a mí eso me parecía una idea mortuoria. Yo jugaba en el silencio de la vereda. En el patio. En el jardín de adelante. Recuerdo pisar la tierra cuarteada por falta de lluvia, y jugar a desarmar con el pie esas piezas de rompecabezas que se formaban en el suelo. Y ya al atardecer, sentir el picor de haber estado revolcada en el pasto todo el día, con las rodillas llenas de mugre, y ese pegote del calor que pedía una ducha. Recuerdo los golpes de los pedales de la bici en los talones. Esos sí tardaban en curarse, al igual que los raspones de brazos y piernas por haber corrido entre las cañas. Y haber practicado en el fondo sin rueditas... “no me sueltes, pá, ¿eh?”, para luego salir a andar y romperse el traste con las piedras de la calle. No sé por qué, hoy recordé al barrio. Debe ser que lo extraño, o que escuché esa canción bajando del bondi hoy de madrugada, o que alguien hace mucho la asoció conmigo. Fue escucharla y aparecer las imágenes. El ruido del tren. El carro del botellero tellero tellero. Los miércoles el del pescado fresco. Y los veranos el de la “sándia calá y colorá”. Subir al paraíso para atacar con las bolitas de sus ramas. ¿Qué niño no las peló e inspeccionó su interior? Quién no trepó la pared medianera para estar solo en el techo, sin que nadie molestara. Sólo una persona de barrio sabe lo que es pasar por entre los alambres de púa para buscar la pelota que se fue al lote vecino. Ponerse un pasto entre los dedos para hacerlo sonar con los labios. Oler el frío en las tardecitas de invierno. Hay un olor ácido en el aire, un olor que está solo, como de humo pero no. Caminar a la madrugada y saludar a los perros de la calle acurrucados mientras mueven la punta de la cola y largan vaporcito por el hocico. Pisar las hojas secas en invierno y escuchar el ruido, aplastar una caca escondida en medio y putear. Saludar al zorzal las madrugadas de resaca llegando a casa sin chistar. Crecer y rajarse a los caños que sirven para entubar zanjas a fumar antes de que caiga la noche. Extraño mi barrio, con el almacén y sus latas de anillitos, y con la piedra pisa papeles del fiambre. Conozco mucha gente que se fue, se mudó y aún reniega de él, o no recuerda nada, o lo menosprecia. Yo lo tengo incorporado. Piedra angular. Es parte de mí, y cuando voy sigo sintiéndome parte de él. Tal vez no parte del barrio de ahora, con nuevas casas y vecinos. Sigo sintiéndome parte del barrio que subyace, el que me vio correr con primos y hermanos. El que me regaló potreros para jugar al fulbito con vecinos. El que fue testigo de mi adolescencia. Quien me vio llorar por primera vez, o me contuvo cuando me di cuenta de que el amor podía terminar, mientras me caía la helada sobre los hombros. Los barrios nos marcan a fuego. Algunos se olvidan y se dejan fagocitar por las nuevas ciudades, llenas de ruidos que enceguecen el recuerdo. Otros, en cambio, por más que durmamos en sitios lejanos, aún soñamos con sus calles y su luna. Tal vez nos fuimos una mañana, así como de vacaciones a ver de qué la iba el mundo, pero quién sabe si un día no llegamos de vuelta, buscando sólo ese rincón que haya quedado intacto, esa porción de tierra que nos brinde el olor del sol, del invierno, del perro y su hocico. Ese recodo que se guarde para mí, ancho de orgullo por haberme esperado todo este tiempo. Quién sabe si no es eso lo que buscábamos, después de todo.

* no es Palomar del que hablo aquí, 
pero esta canción vale para cualquier barrio que haya marcado nuestra ruta. 
El mío, en lugar de aviones tiene trenes.

miércoles, 10 de abril de 2013

Marga y Oscar for real

Sentada en el 44, miro por la ventanilla, el colectivo se detiene para levantar pasajeros. Oigo una voz muy particular, que habla fuerte, se escucha hasta el fondo: “Dos hasta 6 paradas, acá nomás... ¿qué te doy? ¿las dos tarjetas o saco los dos boletos con una?”. La emisora era una señora mayor ya, alta, flaca, desgarbada, vestía un pantalón jogging azul marino, una blusita de señora grande, saco de lana y tenía puestas unas zapatillas negras deportivas dos números más grandes. La miro. El cabello hasta el comienzo del hombro, bien canoso, agarrado al costado con una hebilla, muy desprolijo. Ella era muy desprolija, o simplemente torpe. Y no paraba de hablar. Le mostraba al chofer las dos tarjetas Sube, porque quería sacar dos boletos. Uno para ella, y otro para su marido que subió detrás. Él era alto, pantalón jogging también, remera metida adentro del pantalón y campera deportiva, las zapatillas eran su número. Todo prolijo él, inmutable, erguidito, mayor también y con cara de no hablar nada. Ahí caí en la cuenta, estaba frente a una pareja Marga y Oscar auténtica. Y morí de amor. Ella trataba de hacer equilibrio mientras ponía la tarjeta en la máquina: ¿Ya está o pongo otra vez? A los gritos hablaba. Tenía una cartera colgada del brazo derecho, en la cara interna del codo. El colectivo la zamarreaba para un lado y para el otro, ella se agarraba de donde podía y la cartera se bamboleaba con ella. Oscar la seguía. Ella se paró en el pasillito donde está la máquina de las monedas: Vení acá, Oscar -le decía-, quedate al lado mío. Oscar, con cara de pocos amigos, pasó por detrás de ella y se sentó en el primer asiento de espaldas al chofer: No te sientes, no ves que ya bajamos. Y como Oscar no le daba bola, ella bamboléo hasta el asiento al lado de Oscar: Ay, cómo se mueve, madre santa. Pero acá no me ubico para nada yo, Oscar, así sentada de espaldas... cómo querés que vea dónde bajar. Oscar, inmutable, serio, terminante responde: Yo me ubico perfectamente, Marga. Y no la mira, sino que mira para el costado, con la mano apoyada en la rodilla y el brazo en forma de asa de tetera. Marga cabecea por sobre el chofer y se retuerce con su cartera. Es tan graciosa: No veo nada, Oscar, dejame pasar, son tres paradas nomás. A ver... correte... corré la pierna, me vas a hacer caer. Yo miraba todo y trataba de no largar la carcajada. Era esas viejas insoportables pero simpáticas. Y él era extraordinariamente gracioso, sólo por el contraste. Hubiera estado mirándolos por horas. Marga logra sostenerse en el pasillo y se acerca al chofer, hablando por supuesto: ¿La próxima es la calle X? Ah, ¿falta una parada más? Mirando a Oscar y en voz fuerte fuerte: Falta una parada más, Oscar, y bajamos. Acomodate, dale, así no nos pasamos. Oscar encara para la puerta del medio, y Marga está en la de adelante. Grita: Oscar, vení para acá, bajá conmigo. Oscar medio que bufa haciendo revoleo de ojos: Bajo por acá que es lo mismo. Ella: Pero falta una parada, vení acá (gestito con la mano, llamándolo), bajá conmigo así me sostenés y no me caigo. Después te sostengo yo. Y como si esto fuera poco, mirá a unas chicas sentadas adelante y arroja: Si no nos sostenemos entre nosotros (larga una risita)... Ah, ¿esta no es la parada? ¿Es la otra? Nos bajamos en la otra, chicas... Uds, ¿bajan acá? Las chicas niegan con un movimiento de cabeza. Oscar se acerca y se pone detrás de Marga. Ella al chofer, fuerte siempre: Pará bien en el cordón que si no nos cuesta un Perú. Ah, ah... mse... claro, sí, es por eso... está bien. Se da vuelta hacia Oscar: No puede estacionar cerca del cordón porque la gente estaciona los coches ahí justo.... … … Y bue.... qué se le va a hacer.... El bondi para, yo miro su figura tan desgalichada y muero por dentro. Lo más gracioso eran las zapatillas... tan tan grandes. Y el silencio de Oscar era único, porque demostraba fastidio pero la miraba con ternura. Por fin bajan, ella lo hace primero sosteniéndose del pasamanos y de Oscar. Y esa cartera bamboleante tan suya. Luego le da la mano a Oscar para que baje, éste no se hace cargo y baja solo, demostrando agilidad. Ella igual apoya su mano en la espalda de Oscar. Los dos alcanzan el cordón y por fin la vereda. Y ahí sucede algo maravilloso: él la espera a ella que quedó un poquito atrás. La espera. No sigue caminando. La espera hasta que están uno al lado del otro. Ahí recién los dos emprenden el paso. Ella sigue hablando, obvio, y gesticula con la cartera colgada, pero los dos caminan juntos. Yo los sigo desde el bondi, y miro ese cosmos formado entre ambos. Ellos ni lo saben, pero yo me siento testigo de eso que tal vez ya ni ellos perciban, por ser justamente tan suyo.

martes, 2 de abril de 2013

Erotismo asalariado

“Se ríe mucho, una risa colorada que suena como el principio de algo. Tiene labios carnosos y cabello rubio, y estar parada a su lado es como estar a la sombra. Es tan alto como un ropero. Quiero abrirle todos los botones de la camisa y mirar adentro.”
Claire Keegan, El sermón de Ginger Rogers

No hace tanto tiempo atrás, caminaba tranquilamente por Paseo Colón y mientras esperaba para cruzar la avenida quedé totalmente hechizada por los peones que estaban laburando al rayo del sol. Pantalón ombú azul, torso al desnudo, remera anudada en la cabeza y pura fibra proletaria. Me quedé admirando esa piel curtida por el sol, bien parda, ese músculo a fuerza de empalar escombro, esa espalda delineada que remata en el asomo de un contorno de cadera y suspiré de degeneración. Sí, yo sé que la mayoría de las chicas prefieren a los muchachotes trabados del gym, sé que necesitan el pectoral de plástico inflado y abdominales tabla de lavar. Yo, en cambio, me entrego cómodamente a la admiración de ese pedazote de cacho de chongón libre de anabólico. Entonces, ahí, distraída y dejando que se me pase el turno para cruzar, es donde recordé este fragmento, que alguna vez compartí con mi querida amiga, la chica que te toca y te estremece. El cuento tiene como protagonista a una niña de trece años que vive en el campo y acostumbra a realizar las tareas propias del lugar. Ella describe a un peón que va a trabajar con su padre, al que llaman Manotas Jim. Todo el relato transita entre la inocencia, la ternura y los ardores adolescentes, y creo que esta cita es de una belleza que escasea hoy día entre nosotros, tan acostumbrados al marketing erótico del video casero de la vedette de turno.