sábado, 30 de junio de 2012

Rojo

Creo que voy a dejar de escribir para darles la palabra a aquellos que se expresan de manera tan preciosa y exacta...
Hace tiempo atrás. Lucas Martí
(clic en el título)
Hace tiempo atrás, no quisieras ver toda esa maldad esparciéndose, rojo en las ventanas, rojo del dolor, quién iba a esperar entre tanto el rojo de un amor. No fue en libertad que me sacudió ese amor rapaz que me desveló, cada acción en grupo cada día en vos, no sé si luché si recuerdo que ganó el amor. Recuerdo el puente donde te vi fumar, ya no existe más. Aquel espacio que nos prestó un lugar ya no existe más. Ya ni preguntes por tu amor, todo pudo más que yo, mi alma y mi historia esperan más de un cuerpo, es que creo acordarme la misión, ocultar información, fuimos tan buenos que oculté hasta el sueño de estar unidos. Ya no hay rendición, nueva posición, lo excluido escapa a los dos, puedo ver de nuevo, estar a tiempo, entramos por los puertos del Demonio. Seguí creyendo en esto como un tonto, llegué a matar a otros y olvidarlos. La guerra fue tortura y salvación. Quiero navegar solos vos y yo, sin querer quemar, sin querer traición, cada beso tuyo, mi respiración, no sé si maté si recuerdo que mataste vos. Todo no recuerdo, si recuerdo que mataste vos, poco lo recuerdo, si recuerdo que mataste vos.

miércoles, 27 de junio de 2012

Parada, chofer

Muchas son las maneras que uno tiene de clasificar a la gente, lo revelador es encontrar una nueva. Hoy descubrí algo interesante al respecto: teniendo en cuenta a todas las personas existentes pueden trazarse dos patrones relacionados con el transporte público. Existen quienes, al subir a un colectivo, subte o tren vacíos y a pesar de que su trayecto implique pocas cuadras o estaciones, ocupan un asiento sin más consideraciones. Se sientan, se apropian de su lugar sin importar que ese estado dure cinco minutos. Hay otros que en la misma situación permanecemos de pie y cedemos las butacas a quienes emprendan recorridos más prolongados, con la errada idea de “para qué si ya me bajo”. Y aquí viene el hallazgo: los primeros son los que entendieron el mundo al dedillo y quienes están destinados a la felicidad; los segundos aún estamos intentando poder algún día dar el paso sin importar lo que dure el viaje.

viernes, 22 de junio de 2012

Arriando velas

Hoy te voy a hablar a vos, ser inconveniente, a quien creí extinto, quien pensé había madurado, a vos que te he cruzado por la vida y que me has arruinado más de una noche, ya sea en el mismo envase, ya sea en uno distinto. No te vengo a hablar porque hayas retornado a mi existencia, no; me pronuncio ante tu persona porque has regresado en forma de frustración al umbral de la puerta de una querida amiga, completamente inocente frente a especies como la tuya. Ejemplares que en una despiertan compasión, pero que con el tiempo demuestran ser un fraude. Hoy te lo voy a decir, para reivindicar mis noches para el olvido, y tal vez las de tantas congéneres que cayeron en tu burda melancolía asexuada. Te hablo a vos, lumpen del erotismo, a vos que conquistás a una damisela, la chamullás desde la ternura, le vendés el disfraz de soy-un-ser-sexuado, te la das de te-voy-a-poner-a-gozal y aceptás unirte en cópula con ella. Claro que hasta aquí no hay nada indecoroso, lo descarado de tu parte aparece entre las sábanas, una vez llegado el momento de concretar el accionar anatómico, luego del juego previo, ahí desplegás tu costado más vergonzoso que consiste en poner cara de compungido y evidenciar la obviedad, hacer explícito lo que la señorita ya advirtió: tu mástil sentimental, apenas rozó estribor, abandonó su enhiesta rigidez y no hay drizas ni jarcias que icen el velamen; al instante soltás: “Perdón, no puedo... es que... estem... mmm... nada... viste... ehm...”. La damisela, así en bolas como está y ante tamaña situación, te regala frases de contención que salven el naufragio, hasta que vos expresás: “Sí, perdón... lo que pasa es que... me acordé de mi ex novia... todavía no puedo superarlo”. (Glu, glu, glu, glu) Acá voy a aclarar algo, no necesito explicar (aunque voy a hacerlo) que entiendo que a cualquier hombre puede sucederle algo así, digo, verse impedido de erección, lo entiendo y no me espanta. Puedo creer en que un ser pensante tenga un coágulo amoroso que le impida concretar un acto. Sin embargo, sepan que hay una partida de muchachos que toma esa actitud como pilar para la vida, que busca superar su fracaso conyugal en la cama de alguna muchacha. Entonces, a vos te digo, exterminador de libidos, si no estás en condiciones de tener encuentros sexuales con una, guardate bajo llave. Si el glande no está para fiestas, dale unas vacaciones. No podés ir por la vida haciendo fallida la vida sexual de las féminas. Hay veces en que las chicas queremos fornicar y ya, nada más que eso, garchar y no abrazarnos mientras vos suspirás por la otra y nos acariciás el pelo. Fijate, no sé... tomate un tiempo, salí de putas, hacé karaoke con tus amigos, cascate la chaucha sin piedad, andá al psicólogo, leé a Osho, erotizate con Milla Jovovich, hacete un tatuaje, cambiá el auto, andá a ver el carnaval de Gualeguaychu, pero no vengas a hacer flácidas las noches de aquellas que ya sabemos que Papá Noel son los padres. ¿Dale?

lunes, 18 de junio de 2012

Anotatelón

El pantalón jogging en hombres es una obscenidad,
y si es gris (perla o topo) redobla la apuesta.

martes, 12 de junio de 2012

Es el peor tiempo perdido...

Tal vez sea porque dejé de fumar hace un tiempo ya, pero la cuestión es que no resulta tan llevadero ahora. Digo, este temita que me incumbe por estos días se hacía mucho más fácil con la dosis de tabaco que así en la abstinencia. Hablo de la espera. Me paro y me doy cuenta de que la espera ha marcado el transcurso de mi vida de manera constante, la espera del bondi, la del turno de la ginecóloga, la espera de la amiga que termina de plancharse el pelo, la del muchacho que se retrasó unos minutos, la del tramiterío de la mudanza, la del llamado, la de la respuesta de sms, la del servicio de internet, del pintor, plomero, confirmación de trabajo, aprobación de proyecto y creo poder seguir ad eternum. Siempre me molestó un poco la espera, pero hoy ya no la soporto. Ya está, no la aguanto más. Entonces, dándole vueltas y vueltas al fastidio algo se encendió, tal vez la luz de la sabiduría, y reparé en que siempre me encuentro esperando porque no acciono ante las cosas como se me canta el reverendo dedo gordo del pie. Creo que la palabra del otro es tan auténtica como mi palabra, ergo es factible. Si digo a las 17 es a las 17. Pero, no, chiquita, no es así. La palabra del otro es la palabra del otro y punto. A las 17 quiere decir a partir de esa hora vemos. De pronto la luz, la claridad, la tranquilidad y todo se resignifica. No voy a esperar llamados, respuestas, mensajes, visitas, confirmaciones. Terminá de plancharte el pelo, yo te espero tomando un Fernet. Analizá tranquilo mi proyecto de quince páginas, yo de mientras voy pensando en otro que lo acepte sin tantos miramientos o, en su defecto, redacto un plan distinto y lo llevo a cabo por mi cuenta. Reflexioná tranquilo y llamame cuando quieras, pero no te garantizo tener un turno libre. Es curioso, después la gente me pregunta por qué hago tantas cosas sola, y ahora puedo explicar que es porque me cansé de esperar.

viernes, 8 de junio de 2012

Los hombres de mi vida III

Día: sábado.
Hora: 11 hs.
Desafío: instalar apropiadamente el lavarropas.
Obstáculo: el ferrete del horror.
He pasado muchos años con un sistema de conexión de lavarropas extremadamente precario, dado que en la cocina donde estaba el sector lavado no había rejilla interna de desagüe. La manguera de carga de agua cruzaba todo el ambiente hasta la bacha, así como la de desagote. Cada vez que había que lavar, era la misma historia: saco manguera, conecto canilla, saco la de desagote, la trabo para que no caiga al suelo y escupa toda el agua jabonosa por el piso (me ha pasado más de una vez llegar y encontrar al gato arriba de un escalón, sacudiendo su pata trasera con cara de “me parece que el lavarropas descargó feo”), lavo, saco mangueras e insulto. Pues bien, una vez mudada, observo en el lavadero un orificio en la pared que sirve exclusivamente para depositar la manguera de desagote, y lo más excitante aún es que existe una canilla just for de lavarrop. Increíble, la vida me sonríe (lo que es el primer mundo). No voy a empañar la anécdota feliz con que el orificio estaba obstruido y vino el encargado a hacer lo suyo, porque es totalmente secundario. Acá el tema no es el encargado, acá la vedette es otro sujeto. ¿Qué reflexiono? Si tengo un lavadero tan bien provisto, lo menos que puedo hacer es una conexión deluxe, y si algo aprendí de mamá y su devoción por las máquinas lavadoras es que la manguera de desagote debe extenderse 60 cm aprox. en posición vertical antes de meterse en el canal encargado de llevarse el agua de descarte. Bien, tomo medidas del caño a utilizar, del diámetro del orificio, calculo los elementos necesarios y me dirijo a la ferretería más cercana con el fin de abastecerme. Es allí donde reside uno de los enemigos más despreciables del género femenino, un titán que no se deja doblegar tan fácilmente, una especie de ente corrosivo: el Ferrete del Horror. Entro al negocio y ya me atiende con cara de ésta-me-va-a-pedir-un-pituto-para-hacer-découpage, prejuzgando y viéndome como una precámbrica inepta que nunca cambió una bombita de luz. “Buen día”, digo yo, así tan simpática. “Hola, ¿qué necesitás?” (Tres kilos de papas, imbécil). “Estoy buscando un caño de PVC de 60 cm” (tomá, culo empastado, no tuviste que preguntarme “de cuál”, haciendo notar la obviedad de que no todos los caños son iguales, si no fijate tu hijo menor). San tornillo raya al medio me trae el caño cortado. “Algo más”, pregunta macho alfa. “Sí, un codo de 3 mm de diámetro” (duele, ¿eh?, fisher de mazapán, te molesta tanta precisión en polleras). Y ahí mismo, como no puede con su genio de perno aceitado, como no tolera que una señorita sepa de qué la va un oring de agua o un precinto de seguridad, el muy turro manda: "¿Para qué es el codo?" (Para sentarme encima y practicar Tantra, tá que te re-tiró; ¡qué carajo te importa para qué es!). “Para la conexión de desagüe del lavarropas”, explico sonriente sin perder la calma. Cabeza de biela comienza a experimentar un tic en el párpado y, desalentándome, manifiesta: “Y para qué vas a usar todo esto, meté la manguera directamente en la rejilla”. Replico: “El tema es que se recomienda que esté vertical, entonces necesito el codo para poder afirmarlo en el orificio de la pared”. Así comienza la guerra con el ferrete, él desgarrándose de a poco por la sapiencia femenina en un área puramente masculina; yo, con mi mejor sonrisa de cómo-te-la-estoy-mandando-a-guardar, sin retroceder ni un milímetro. Filtro oxidado, echando espuma por la boca, redobla la furia: “Bue, vas a hacer todo eso y no es necesario, ¿estás segura de que son 3 mm?”. “Sí, estoy segura. Lo medí con un... (y le disparo con munición pesada) ¡calibre!” (con el mismo que te debés medir las pelotas que te cuelgan de la bisagra). Lija al agua está que explota me explota me expló. Acto seguido, cual yegua herida, mete todo en una bolsa, y arroja la frase matadora: “Y todo esto ¿con qué lo vas a pegar?”; todavía no se convence, no se deja domeñar, no cede. Y yo, airosa, aún sonriente, con jazmines en el pelo y rosas en la cara, le doy la estocada final: “Tengo sellador de silicona en casa, gracias”. Arandela de goma cae vencido, su hígado se retuerce ante la impudicia de la fémina que entiende lo que va a hacer a una ferretería; se ahoga en su propia ponzoña generada por todo aquello que no tenga pantalón Ombú, manos engrasadas y raya de upite al aire, queda noqueado sin entender el descaro que acabo de tener ante él, justo él que es la eminencia del bulón. Luego de pagar, salgo bolsa en mano, jurando no volver a pisar ese antro infernal, y convencida de una cosa: vos podrás tener el taladro macho más pulenta de la cuadra, con doble percutor untado en gel íntimo, pero yo... yo, clavo con bucles, soy una tenaza hembra muy difícil de enroscar.

martes, 5 de junio de 2012

The Babel torre o La tower Babel

Tras una seguidilla de malentendidos, explicaciones inútiles y pulsión asesina cual personaje de Michael Douglas en Un día de furia, he decidido hacer voto de silencio. Me pronuncio ausente de ciertas situaciones de diálogo, y me limito a manifestar un “aha”, “mmh”, “mirá vos”, “sí, claro”, como una siome que está coreando al rapero de moda. Pero no tengo otra opción: comunicarse en estos tiempos modernos es una tarea casi titánica. No hay manera de entenderse con el prójimo; estamos atravesando lo que se llamaría crisis entre alocutor y alocutario. Es así que, gracias a mi nuevo mutismo, puedo apreciar cómo dos o más personas están hablando de lo mismo y no logran ponerse de acuerdo, ni siquiera se enteran de las ideas del otro, simplemente, porque no se escuchan. Están más atentas a su opinión, que a oír lo que el otro tiene para decir y responder en consecuencia. Lamento reconocerme un poco así, tiempo atrás, cuando sí opinaba y cuando sí intervenía en tertulias que creía interesantes. 
No hace mucho se presentó una escena laboral donde alguien estaba contando algo que nos incumbía a todos (llamémosla persona A), y otro sujeto que estaba “escuchando” interrumpió, enunciando una frase de disconformidad con un tono muy poco amable (persona B); ahí advertí que la persona B tenía un preconcepto armado acerca del tema desarrollado por persona A, con lo cual sin permitir la finalización del discurso de A y, por ende, sin saber la conclusión de A, a la persona B le saltó la térmica y comenzó a enmarañarse en una respuesta que expresó diferencias, bronca, saturación, negligencia y no sé cuántas negativas más. El resultado: esa interrupción fue ramificando justificaciones aclaratorias a partir de la intervención de B, sin dejar en claro lo expuesto por A, y alejándonos cada vez más del asunto que a todos competía que era el relato de apertura de A. O sea, B con su opinión anticipada, con su ira masticada vaya a saber uno por qué, y sus ganas locas de discutir y manifestar odio, forzó el discurso de A para el lado que más le convino, y allí explotó el globo. Si A no hubiera sido embestida por B, A habría terminado su exposición, B habría comprendido, habría podido manifestar su opinión y habríamos llegado a una conclusión más coherente. Escena:

A: (Tono explicativo) Ayer tuvimos una reunión con el vendedor de huevos y ofreció vendernos cada maple a $ 35, con la condición de que compremos durante todo el segundo semestre. Nosotros dijimos que nos parecía un precio razonable, siempre y cuando mantuviera fijo el monto. Y ahí, el señor Vázquez nos respondió que si los huevos aumentaban no podía prometernos un congelamiento de precios, pero sí un porcentaje de aumento mensual. A lo que nosotros respondimos...
B: –(Interrumpiendo a A y mirándolo fijamente, índice en alto) Escuchame una cosa, hace 15 días dijimos que los huevos son partidarios del colesterol, entonces si ya otros años nos arreglamos sin huevos, me parece que este años tranquilamente podemos prescindir de los mismos...
A: Sí, claro. Pero esta reunión fue por el precio de los huevos, no por sus propiedades nutritivas.
B: –(Mirando hacia abajo con el ceño fruncido) Bueno, pero si daña la salud ya no hay nada más que hablar. El año pasado en lugar de tortillas cocinamos berenjenas al horno.
A: Está bien, sí, lo recuerdo, pero la semana pasada en la charla que tuvimos los aquí presentes para preparar flanes con huevo, acordamos volver a hablar con el señor Vázquez. Aparte las berenjenas están carísimas.
B: (Con tono crispado) ¡¿Y los huevos no?! Vos estás diciendo que se habló del precio de los huevos, y de nuestro compromiso para comprarle durante todo el semestre. No puede monopolizar el mercado del huevo, ¿se entiende?
A: No, no lo está monopolizando, estamos hablando de una puesta en común. Nadie determinó comprarle los huevos a él...
B: –(Sin escuchar) Porque el mismísimo Colón les paró un huevo a los reyes de España, y acordate cómo terminó el asunto, ¿eh? Con espejitos de colores y genocidio por doquier. ¿Acaso vos estás a favor del genocidio?
A: –No, yo no estoy a favor del genocidio, sólo pretendo llegar a un acuerdo con los huevos. Esperame un poco que termine de contar así saben en qué quedó la propuesta...
B: –Sí, claro, ahora me venís con si primero fue el huevo o la gallina. ¿Te parece bien cómo crían a los pollos ahora? ¿Eh? Si el año pasado trabajamos con Greenpeace, qué te hace un año más seguir con la misma postura.
A: –(Estupefacto) ¿Quién dijo algo de Greenpeace?
(Se mete C, en la charla, totalmente desubicado)
C: –A mí el flan con huevo no me gusta...

Algo así son las conversaciones que rodean mi ser día a día; alguien dice, el otro no escucha, ese mismo opina, luego repite lo que creyó que el otro dijo pero que nunca coincide con lo verdaderamente expresado, y así las cosas... Y ojo que no estoy hablando de política, ¿eh? Estoy hablando de asuntos inofensivos, pero con una afectación descomunal. Mientras tanto... yo miro, callo y aplaudo con fervor el gran teatro del absurdo.  Definitivamente, el silencio es salud.

(Telón)