martes, 11 de febrero de 2014

Héroes mañaneros

Te dormiste tarde, pasada la medianoche. Tenés que despertarte muy muy temprano porque hoy empezás a trabajar de nuevo. Dormiste apenas casi 5 horas. Suena el despertador y te das cuenta de que la noche se te hizo cortísima. No vas a poder salir de la cama. La gata se mulle y te mira con un reojo entrecerrado. Te incorporás y camino al baño, a tientas, encendés la radio. Lo de siempre. Aunque hoy algo cambia. Empiezan los primeros acordes. En realidad el sonido característico y la batería inmediata que acompaña. Ahí va de nuevo. La canción salvadora de la mañana. A partir de acá, todo lo hacés cantando y moviendo el cuerpo. Vas despertando. No es lo mismo si ponés vos el tema, que la radio decida por vos es sublime. El día ya está pagado.

somos nada
y nada puede lastimarnos
creerás que miento
como esa vez
podemos cuidarnos
alguna vez
seríamos héroes
 Héroes. Fricción
(clic)

lunes, 10 de febrero de 2014

Lenon

Era de noche en el barrio. Habíamos terminado de comer y yo de llorar por otra pena amorosa. De repente, algo trepó a la ventana y se quedó mirándonos. Los tres nos sorprendimos. Era pequeño y gris y nos miraba un montón. Bajé la persiana, apagué las luces, creyendo que volvería a su casa. Me equivocaba, porque comenzó a maullar avisando que no tenía una casa adonde regresar. Por fin salí y vino corriendo. Me agaché y se me arrimó a los pies, ronroneando como nunca escuché. Era precioso. Pero precioso de verdad. Era chiquito aunque no bebé. Yo miré a mis dos cómplices y la menos amante de los gatos me devolvió una mirada que lo decía todo. Hasta a ella la había comprado. El resto no sé si importa describirlo. Lo custodié hasta el día siguiente. Enfrentó al perro de la casa como si fuera un león africano. Por fin la menos amante de los gatos vino a buscarlo con su marido para darle un hogar al que sí poder regresar. Al minino le costó adaptarse, porque no sabía controlar el amor, los mimos, dos perros nuevos y otros tantos gatos. Con el tiempo todo se armonizó. Sólo hizo falta paciencia y amor. Por eso, hoy reafirmo mi creencia de que las mascotas no deberían morir. Nunca. Ni en la realidad ni en la ficción. Simplemente debería suceder otra cosa, no sé muy bien qué. Tal vez la eternidad.