jueves, 13 de mayo de 2010

Endorfinitis o la religión del siglo XXI

Mi tía Bianca solía usar la frase: “La risa es salud”, “la risa es salud”, siempre la decía de a pares. Así, como un mantra. Y no sólo la tía Bianca, no. Es sabido que la alegría, los buenos momentos, la risa y la vida untada con mermelada de frutillas es saludable. Es genial cuando al despertar nos mandan un mensaje de buenos días, o cuando nos acercan el café mientras nos estamos maquillando. Es tan bello cuando nos ceden el asiento, o nos dicen algo lindo por la calle. También cuando hay una situación distendida en el trabajo, de esas que nos hacen reír. La alegría, la dicha son ingredientes óptimos para encarar cada jornada. Y hay un montón de personas que lo experimentan día a día. Todos podemos sentir la vitalidad corriéndonos por las venas cuando estamos contentos. Cuando “aplicamos el pensamiento positivo”, y aquí va el punto central de hoy. Sí, así es… sí, señores y señoras, “el pensamiento positivo”. Uno piensa positivo, vive positivo, siente positivo, calza positivo, contractura positivo y el mundo se acomoda a una de la manera más natural que podamos conocer. Porque, no olvidemos –ya lo dijo Coelho– “el Universo conspira para que esto sea así”. Es fácil, es tan tan fácil… apto para todo público.
Ahora bien, imaginemos algunas alternativas distintas, aquellas en las que, bueno, algo puede andar un poquito desajustado. Veamos cómo en la vida de muchos (en la mía por ejemplo) se puede aplicar el pensamiento positivo:  6.40 de la mañana (vale igual para sábado 2 am.), nos suena el celular (diez minutos antes que la alarma) y con medio ojo podemos leer el preciado mensaje de Claro que te comunica que si mandás “avión” al 2222 participás por un sorteo para Sudáfrica 2010. Ok, a ver… no es bueno para tu mente pensar algo feo, al estilo la reputísima madre que lo parió a Claro, puede ser que a esta hora de la mañana manden un reputo mensaje, a mí que cuernos me interesa el maldito Mundial o la recarga doble que me puedo ganar si lo hago en el PagoFácil de Rivadavia al 14100 a las 13.10 hs. No, tu cerebro no capta lo que decís en serio, en chiste, enojada o triste. Tu cerebro copia lo negativo de tu mensaje y, si es así, algo horroroso puede ocurrirte. Podés llegar a recuperar los kilos que bajaste, quedarte sola o provocar que nunca consigas las metas que te propusiste y que seas catalogada como la más frustrada-piensa-mal-negativa-malhumorada en las vitrinas de Happyland. Lo correcto sería lo siguiente, por ejemplo: "buen día, universo, gracias por despertarme minutos antes de lo esperado, seguramente el mensaje oculto es que tenés bellos planes para mí esta mañana, por eso debo aprovechar el tiempo. Qué suerte poder concursar para viajar a Sudáfrica, porque lo voy a ganar, voy a ser espectadora del Mundial en vivo, me voy a sentar en una butaca y allí conoceré a un hincha de Eslovenia que me llevará a recorrer el mundo después de declararme su amor en las pantallas del estadio mientras brindamos con un hot dog". ¿Entendés? Es así, y quedate tranqui que si pensás positivo, vivirás positivo. Y, bueno, si no te vas a Sudáfrica, pensá más fuerte, seguro seguro que alguito adentro tuyo pensó feo… y ese átomo de negativitud frustró el viaje de tus sueños y el futuro en Eslovenia, el paraíso nunca visto.

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