Me
he dado cuenta de que mi mundo ha vuelto a cercenarse a partir de la
aparición de una rara especie –femenina
en su mayoría–
que utiliza un vocabulario, unas expresiones, que no me encajan ni
con vaselina. Agarro una tiza, me agacho y la apoyo en el piso,
camino hacia atrás dando pasos cortitos cortitos y voy marcando en
el suelo una gran línea divisoria, infranqueable, entre mi mundo y
el de aquellas doncellas. Acá quedo yo, de este lado, y ya somos
pocos. Cada vez menos, diría. Y allá, del otro lado, desotra parte
en la ribera, las chicas que pronuncian “comí rico” y “cocinó
rico”. Cierro el círculo de tiza, ya estoy a salvo. Allá, en el
país de la colorida postal deco
vintage al
crochet,
que sigan con lo rico, que yo acá me quedo con lo algo.
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