sábado, 13 de julio de 2013

Ángel

Es sábado. Estoy profundamente dormida. A lo lejos, allá en otra galaxia, oigo el dejo del timbre de la puerta. Ahora con un ojo semiabierto lo escucho más real. Me incorporo bruscamente en la cama, los pelos en la cara y me obligo a sacudirme el sueño. Timbre. Definitivamente están tocando el timbre. Aún es de noche, me levanto sin entender absolutamente nada, dormida. Sabiendo que es el de la puerta, voy al portero. Nada. Timbre. Efectivamente es el de la puerta. ¿Será el chico del agua? Miro reloj. Son las 5 am. ¿Quién puede estar tocando el timbre a esa hora? Miro por la mirilla y veo a un sujeto masculino con la cabeza gacha, apoyando cada brazo en el quicio de la puerta. La puta que lo parió. En un segundo, miles de conjeturas. Si no lo atiendo va a seguir tocando el timbre. Si lo atiendo sabe que hay alguien. Timbre. Yo, con voz de travesti ahogado: ¿quién es? Sujeto: soy yo Moni, Ángel. En segundos pienso: espero que entre Moni y Ángel esté todo bien. Espero que Ángel no esté borracho. Espero que Ángel me crea cuando le diga que no soy Moni. Espero que Moni no le haya negado antes la entrada a Ángel. Espero que Ángel no me cague a patadas la puerta. Yo, por fin, le aviso: equivocado. Ángel de Moni: ah, perdón. Así fue la madrugada del sábado que se hizo para descansar. Ángel se fue con Moni. Yo hice un pis y, mientras la gata me miraba desde los pies de la cama, patiné en medias hacia mi almohada tratando de convocar al sueño que Ángel había interrumpido.

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