domingo, 4 de noviembre de 2012

Drácula

Cada noche se repite la escena. Y ahora que hace calor y el ventanal queda abierto parece aún más romántica. Ella se sienta y mira a la distancia. De espaldas a mí, sus orejas me advierten que lo está escuchando. Un movimiento de cabeza fugaz... y lo ve. Por fin lo ve. Pero es tan veloz que sus gestos demuestran confusión. Sí, el chillido se escucha, y esa silueta oscura y urgente pasa de un lado hacia otro. Supongo que se preguntará por qué no es como los de día, que pasan suspendidos en el aire pero se dejan ver mejor. Noto que se le acelera la respiración cada noche, al asomarse al ventanal. Es como un encuentro amoroso a la distancia. Mira. Mueve la cabeza para un costado. Acomoda las patas delanteras en el lugar como impaciente. El chillido. La fugacidad. De repente, corre debajo de la cama. Se afila las uñas en una de sus patas. Se sube y me mira como diciendo otra vez se fue lejos. Yo le devuelvo la mirada: ya lo sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario