"Señor, dame la serenidad de
aceptar
las cosas que no puedo cambiar;
valor para cambiar las cosas que puedo;
y sabiduría para conocer la
diferencia."
Vamos
a sentarnos en círculo así nos vemos las caras un poco. Mmm, bien,
ahora verán lo que tengo entre las manos, ¿sí?, un tucán de
cerámica... es un adornito, ¿sí? Bien, este tucán es simbólico,
y nos servirá para la actividad de hoy, ¿sí? Bien... la persona
que tenga el tucán en la mano es la que tiene la palabra, es decir,
la tenencia del tucán nos dará el permiso para hablar y manifestar
aquello que necesitemos, y si tenemos que decírselo a alguien aquí
presente, miramos a la persona y expresamos eso que nos inquieta.
Ahora bien, como yo tengo el tucán en la mano y necesito decir algo,
voy a hablar primero, y te voy a mirar directamente a vos y te lo voy
a decir, ¿sí? Bien, te quiero explicar una cosa importante que tal
vez no sepas: no todo lo que una mujer dice es un planteo o un
sermón, ¿sí? A ver, no todo aquello que una expresa es una prédica
obcecada con el fin de destruirte. Por ejemplo, si te pregunto un
jueves si te parece que el sábado vayamos a X lugar, no te estoy
haciendo un planteo... ¿comprendés? Es sólo una pregunta, no te
estoy coartando la libertad, ni organizando tu vida, ni decidiendo
por vos, ni ninguna de esas cosas. Yo, sujeto A, te hago una pregunta
a vos, sujeto B. ¿Sí? Y vos podés contestarla con un sí o con un
no. Una pregunta que busca respuesta concreta no es un planteo
profundo sobre nada que deba preocuparte. Si yo te pregunto por qué
te enojaste ante tal o cual comentario, y te explico que lo
entendiste mal, que fue un malentendido, eso es una explicación, no
un sermón, ¿sí? No es motivo para que comiences a hiperventilar, y
a experimentar una taquicardia que anuncia un ACV prematuro. ¿Sí? O
si te pido que dejes la toalla mojada sobre otro lado que no sea la
cama, otro lado, ni siquiera te reduzco las posibilidades a una, sólo
te solicito que no la dejes en un lugar, que podés dejarla en otros
siete lugares pero no en ése; dicho pedido no es un sermón, no es
la castración de tu masculinidad, ni un juego de roles donde yo
emulo a tu madre y vos tenés una regresión a tu traumada
adolescencia, ¿sí? Yo te explico esto, primero porque tengo el
tucán en la mano, y segundo porque me tiene un poco seca que siempre
ante cualquier comentario vos tengas que bufar como si te estuviera
tocando el timbre y trayendo la palabra de Jehová. Si vos tenés
una capacidad de resolución limitada, no es problema mío, ¿sí?,
si todo lo que te requiere una decisión básica básica te pone los
cimientos del cerebro en conmoción, fijate, hacete ver, te lo digo
con el tucán en la mano, ¿sí? Yo entiendo que hay minas que te
perforan el cerebro hablando, que responden por vos cuando alguien te
pregunta algo, que te eligen la ropa que tenés que vestir. Sin
embargo, ése no es mi caso, ¿sí? Porque pasa lo siguiente, tu
acotado espacio para la conversación de ciertas cuestiones luego
hace que te sorprendas cuando yo agarro mis cosas y me mando a mudar.
Cuando pego el portazo vos me maldecís, y te convencés de que “de
un día para el otro, sin avisarte” te dejé, con el corazón roto.
Si te hubieras molestado en bufar menos e interactuar un poco más,
tal vez este tucán que tengo ahora en la mano se lo podría haber
cedido al adicto al crack que tenés sentado al lado, quien
seguramente lo necesita de verdad.
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