“Se
ríe mucho, una risa colorada que suena como el principio de algo.
Tiene labios carnosos y cabello rubio, y estar parada a su lado es
como estar a la sombra. Es tan alto como un ropero. Quiero abrirle
todos los botones de la camisa y mirar adentro.”
Claire Keegan, El sermón de Ginger Rogers
No
hace tanto tiempo atrás, caminaba tranquilamente por Paseo Colón y
mientras esperaba para cruzar la avenida quedé totalmente hechizada por
los peones que estaban laburando al rayo del sol. Pantalón ombú
azul, torso al desnudo, remera anudada en la cabeza y pura fibra
proletaria. Me quedé admirando esa piel curtida por el sol, bien
parda, ese músculo a fuerza de empalar escombro, esa espalda
delineada que remata en el asomo de un contorno de cadera y suspiré de
degeneración. Sí, yo sé que la mayoría de las chicas prefieren a
los muchachotes trabados del gym, sé que necesitan el pectoral de
plástico inflado y abdominales tabla de lavar. Yo, en cambio, me
entrego cómodamente a la admiración de ese pedazote de cacho de
chongón libre de anabólico. Entonces, ahí, distraída y dejando
que se me pase el turno para cruzar, es donde recordé este
fragmento, que alguna vez compartí con mi querida amiga, la chica
que te toca y te estremece. El cuento tiene como protagonista a una
niña de trece años que vive en el campo y acostumbra a realizar las
tareas propias del lugar. Ella describe a un peón que va a trabajar
con su padre, al que llaman Manotas Jim. Todo el relato transita
entre la inocencia, la ternura y los ardores adolescentes, y creo que
esta cita es de una belleza que escasea hoy día entre nosotros, tan acostumbrados al marketing erótico del video casero de la vedette de turno.
Cuando recién me había recibido terminé dando clases en una escuela parroquial. Allí el Hermano D hacía los lunes esas mismas descripciones de las piernas de los jugadores que había visto el domingo en la cancha.
ResponderEliminarMenos que una anécdota; poco más que un comentario.
O sea.
"suspire de degeneración"... suele pasar ...me
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