sábado, 28 de abril de 2012

Si amanece

Recuerdo su canción, la que se disparaba en el teléfono para despertarlo, y me acuerdo perfectamente de la vibración que hacía el artefacto un segundo antes de sonar. Después seguía el manotazo para acallar la intromisión, el giro en la cama y su abrazo. Acto seguido, un segundo aviso, el cual me encontraba con ojos abiertos y rumbo a poner un pie en el día. Era entonces cuando tenía lugar el gentil tirón dormido de quien suplica no ser abandonado a merced de las sábanas. No olvido su gesto, ése que se instalaba involuntariamente en su cara cuando yo lo despertaba. Casi infantil por momentos. Recuerdo el esfuerzo inconsciente que hacía para no mandarme al demonio, habitual actitud ante la presencia de un nuevo día. Su temperatura matinal recuerdo, y la electricidad del contacto. El primer ojo que animaba a abrirse ante lo indefectible. Vuelve casi nítida la sonrisa espontánea de quien despierta y se siente agradecido por el esfuerzo de haber logrado sacarlo de los brazos del sueño. Y esa mirada, profunda sin querer. Suerte que son éstas las imágenes que quedaron en la superficie, flotando en un mar de pasado, sereno. 
Algo hemos aprendido, algo hemos curado, algo simplemente hemos hecho bien después de todo.

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