lunes, 19 de agosto de 2013

Los hombres de mi vida IV

La ginecología, gremio variopinto si los hay. Qué ardua y dedicada tarea la de encontrar al profesional apto que logre captar nuestra confianza al punto de depositar esa enorme maquinaria llamada mujer. Cuando era adolescente mi primer profesional visitado fue un señor grande que no bien me senté comenzó a charlarme acerca de lo aberrante del sexo anal: Acá vienen mujeres mayores ya, que me confiesan que el marido les pide secso anal... ¡Y claro! Si ven esas publicidades donde hay chicas en cola todo el tiempo. Mis ojos se abrían como dos platos, decidiendo al instante que yo no me iba a atender ahí, no me arriesgaría a que en lugar de una colpo el susodicho me exorcizara el útero. En ese punto entendí que mi búsqueda recién comenzaba y no sería nada fácil. Luego de distintos intentos que me llevaron desde lecciones de moral hasta descripciones fatales acerca del uso de pastillas anticonceptivas di con el hombre ideal: no espamentaba, no exageraba, no moralizaba. El tema era que amaba lo que hacía y era curiosa su forma de demostrarlo. Por ejemplo, cuando daba con la imagen requerida en el colposcopio articulaba: ¡Ahí está! ¡Perfecta! ¡Se ve per-fec-ta! Está divina. Y yo ahí mirando el techo, respirando hondo, con cara de asco a todo eso que estaba haciendo. Y, ante esos gestos, él argumentaba un: Yo he visto cada cosa que mejor ni te digo. Si no se le daba por contarte su fin de semana mientras extraía todo tipo de muestras: El sábado tuve un evento de tus pastillas... espectacular, una charla muy interesante y una comida riquísima. El tipo así, con guantes, viscosidad y aerosoles, se ponía de pie y al costado de la camilla te contaba todo, mirándote; yo ahí con el espéculo hasta el hígado tratando de adaptarme al contraste. El día que se recibió de hombre de mi vida fue aquél en el que yo hacía la pose de la cérvix manifiesta esperando un nuevo PAP:

Virtuoso del útero: Sí, esta vez te voy a hacer la biopsia.

Cérvix manifiesta: Mh, bue.

V.D.U: Pero no te alarmes que es por control nomás, para estar tranquilos.

C.M: Tá bien... por control... entiendo...

V.D.U: (buscando entre sus utensilios) ¡Uy! ¡Qué salame! Me dejé la pinza en el auto.

C.M: (ojos expresivos significando no sé qué decirte, estoy inmovilizada y sin posibilidad de darte una solución)

V.D.U: ¿Sabés qué?

C.M: (Ponele que no)

V.D.U: Voy a ir al auto que lo estacioné acá enfrente nomás, un minuto, así no lo dejamos otra vez para la próxima... vos, tranquila (me toca el brazo para darme confianza y sale del consultorio)

Yo quedo ahí, en esa posición tan poco feliz y con el silencio de consultorio. Agudizo el oído.... El tipo se fue a la calle, al auto, a buscar la pinza y yo ahí totalmente incapacitada. Escucho a la gente en la sala de espera. Qué hago si pasa algo, ¡cómo camina una con el espéculo encajado! Yo le tengo confianza al hombre pero... ¿si se olvida que estoy ahí? ¿si entra alguien? ¿si lo secuestran? Por fin vuelve y me muestra la pinza para biopsias, como si el hecho de conocer las herramientas fuera a darme más tranquilidad... era un dedo y medio de Wolverine la pinza famosa. Por qué todo lo que involucra a la salud femenina es tan atroz, me cacho en Satán. En fin, todo resultó un éxito, todo lo que hizo (como siempre) lo fue relatando en voz alta: Ahora ingreso la pinza, vas a sentir una leve molestia, corto un pedacito de muestra del tejido involucrado... ahora te pongo cicatrizante... bla bla bla bla. Este sujeto hoy ya es parte del recuerdo, las mudanzas y los horarios inaccesibles se encargaron de ello, sin embargo ocupa un lugar más que merecido dentro del ranking de hombres de mi vida.

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