jueves, 22 de agosto de 2013

Mi vecino el gato

Resulta que unos amigos me invitan a su casa a comer. Llego y cuando asomo en la cocina veo dos ojos relucientes que me miran con determinación. Es un pedazo de gato acodado en la ventana que da a la terraza del lugar. Es una de las imágenes de mascotas más extrañas que he visto in situ. Es una cocina con un gato asomado en el ventiluz. En lugar de un Maneki Neko hay un gato matrero. Desde allí, él espera su comida y la comparte con sus dos compañeros que son más ariscos. La historia es que estos tres muchachos fueron abandonados por su familia humana y mis compasivos amigos los han adoptado, y el señor gato muy educadamente ha comprendido de límites. A partir de aquí mi cerebro me obliga a trazar el recorrido que involucra a muchos amigos que han tenido mascotas con actitudes desconcertantes. Recuerdo a unos que hace varios años tenían un pájaro negro en una jaulota dentro del comedor. Never more. Dicho ave pasaba más tiempo fuera que encerrado. Lo extraño era que el bicho se posaba en la cabeza de cualquiera que estuviera allí. Bah, de cualquiera no, en mi cabellera no se detenía, a mí me pasaba de largo. Era muy gracioso estar sentados a la mesa comiendo, conversando y ver al tipo que iba de bocha en bocha, se paraba, mironeaba para todos lados, así tranquilo. Raro. Luego, una amiga cuyos animales (todos) fueron, son y serán particulares. Desde gatos tira moco, hasta gallos compadritos. El bronce se lo lleva su tortuga, porque se había hecho íntima amiga de la pata que andaba por el jardín. El dato de color es que la pata se acostaba sobre una raíz enorme que sobresalía del palo borracho, y ahí se quedaba por horas y horas, luego de un rato se escuchaba ruido de hojas y movimiento, y por ahí asomaba la tortuga que encaraba para el árbol. Rapidita rapidita, con mucho esfuerzo se subía a la misma raíz, juntito a la pata y ahí se quedaba la tortuga, mirando la tarde en compañía. Ninguno de estos X-Files tiene un registro más que la memoria de los que hemos sido testigos, sin embargo, los tiempos que corren han facilitado tener cámaras hasta en los coladores de fideos, así es como mi amiga me envía esta foto por correo, y en el asunto escribe lo que aquí fue elevado a la categoría de título. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario