Luego de darle vueltas mucho tiempo y a partir de que nuestros días se han vuelto un tanto rutinarios, decidimos salir con un chico que no nos gusta. No nos provoca el vómito, ni se acerca a la náusea, pero no es lo primero que llamaría nuestra atención en un catálogo de ropa interior (consciente de que dichos muestrarios son una sucesión de muñecos de torta). Es así, sí, ya hemos probado con el que nos flechó, hemos apostado por el que nos brinda buena charla, intentamos ya con el que es un dulce aunque no sea mucho nuestro tipo, y con el que parece que nos conociéramos de toda la vida. Ya pasamos por todos esos, y el resultado fue siempre el mismo: la nada después del algo. Bien, decidimos salir con este nuevo muchacho que nos cae bien, nos divierte, pero… no nos deslumbra. Todo resulta aceptable, sí, tranquilo… pasa algo y un poco más, como corresponde a la edad, y en fin, podría llegar a ser algo potable para encuentros monotony-killers. Ahora bien, pasan los días y arreglamos una nueva confluencia. Sí, ya que no tenemos mucho para hacer, antes que la nada misma, podemos permitirnos un divertimento. Tampoco nos vamos a poner en exquisitas… Y es aquí cuando sucede: el chico en cuestión nunca aparece. Sí, nos deja plantadas. ¿Y ahora? ¿A ver chica canchera? ¿Qué pasa? Sí, vos, la que pensaste que por fin manejabas la situación. La que creyó que como no nos vamos a enganchar podíamos hacer la gran “llamame un taxi que me voy a casa”. ¿A ver Jennifer Lopez? ¿Qué te pasó? ¿Te falló la cadera?
miércoles, 25 de enero de 2012
Cuestiones de cartel
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario