Él
luce unos chupines de jean, un poco gastados (sólo un poco), remera
rayada de diseño levemente inclinada hacia un hombro, y una
camperita tipo canguro que tiene la medida exacta para dejar entrever
el cinto con tachas. En la mano lleva una bolsa de tela floreada con
carpetas en su interior. Zapatillas rojas y un peinado desmechadé;
cierran la estampa unos lentes con marco rojo, muy anchos y grandotes
(que por supuesto dialogan con las zapas). Luego la cruzo a ella,
pantalón de esos cagados, estilo de trabajo Ombú, camisa escocesa,
debajo remera amarilla inconseguible, arriba de todo eso, campera de
cuero bordó re top, zapas ramoneras ultracaras, bandolera de cuero de color
verde estridente, peinado despeinado que le llevó 5 horas lograr,
lleno de invisibles, uñas de color flúo, y una bufanda de 15
kilómetros; también usa lentes con marco carey, cuadrados y como
para el tamaño de la cabeza de Hulk. Después viene hacia mí,
caminando, un muchacho reloco, pantalón a cuadritos verdes y
violetas, camisa de jean, arriba saco de lanita marrón caca, pañuelo
con lunares negros, y una mochi de esas estilo skater. Obvio que usa
lentes, y un reloj amarillo de plástico re grandote, y pisa unas
alpargatas cuadriculadas blancas y negras. El pelo, con un corte muy
moderno. Ante tamaña visión, ya me doy cuenta de lo que vendrá. ¿Dónde estoy señores? ¿Saben dónde? Próxima a pasar
por una sede de la UP. Y no me refiero a la unión peronista, no.
Ahora, bien. ¿Se dan cuenta de que hay gente que gasta una hora
cuarenta en arreglarse con dedicación para aparentar que no le da ni
cinco de importancia a la estética? Loco, ¿no?
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