martes, 21 de agosto de 2012

Que sepa abrir la puerta...

A veces nos olvidamos de jugar. Y es lógico porque no siempre encontramos con quién. Es difícil a partir de determinada edad toparse con una persona que nos siga el juego, que esté dispuesta a ser cómplice. Es complicado porque una ya perdió un poco la costumbre, porque se guarda más, se reserva, se acartona. La oportunidad de juego se escapa, se desdibuja, se hace cada vez menos posible. Sin embargo, a veces la vida nos guiña el ojo y nos regala la posibilidad de dar con aquel sujeto que sin explicación mediante entiende el mecanismo de todo. Comprende de qué se trata, y de repente sin miramientos, sin especular, sin tener que leer las instrucciones, se entrega al placer lúdico de compartir ese espacio que el mundo adulto se fuerza por quitarnos.

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